El padre Ángel García Rodríguez nació el 11 de marzo de 1937, en plena guerra civil, en el barrio de Las Rebolladas, al lado de Mieres, en Asturias. Sus padres eran trabajadores mineros y metalúrgicos en los altos hornos de la fábrica de Mieres. Jovencito, a los 12 años, ingresó en el Seminario Diocesano Metropolitano de Oviedo y, ya en 1961, fue ordenado sacerdote diocesano, hace 50 años.
Al poco de su nombramiento, uno de sus primeros destinos fue ocuparse de la capellanía del antiguo orfanato de Oviedo. Su labor consistía en crear un hogar y un ambiente familiar. No tardó mucho en darse cuenta de que debía tomar decisiones. Desde pequeño sabía que quería ayudar a los demás pero, ahora, viéndolo y viviéndolo en primera persona, se entregó por completo a la labor. Como decía, decidió tomar decisiones y, antes de que transcurriera un año en el orfanato, en octubre del 62, fundó, junto al sacerdote Ángel Silva, la Asociación Cruz de los Ángeles que, más tarde, en 1972, cuando el padre Ángel se trasladó a Madrid, pasó a ser la Asociación Mensajeros de la Paz. En un principio, se trataba de hogares donde convivían los niños (en los 50 años que lleva funcionando han pasado por sus hogares más de 45.000 niños), donde se les acogía y se trataba de ayudar a su normal adaptación a la sociedad. Con el tiempo la Asociación ha ampliado su radio de acción humanitaria, sin poner límites, ya sean límites de sexo, fronteras o creencias de cualquier tipo y, de esa manera, la ayuda es para todos, desde discapacitados físicos o psíquicos, mujeres maltratadas, inmigrantes, víctimas de catástrofes naturales, personas mayores, etc…
De hecho, en la actualidad, la Asociación, con un presupuesto de 1.000 millones, está repartida por 47 países, cuenta con 4000 voluntarios, 3.900 trabajadores en nómina (la mayoría son mujeres) y 30.000 colaboradores.
Son innumerables y muy diversos los frentes concretos a los que llega la acción de Mensajeros de la Paz, desde la creación de residencias para ancianos hasta la ayuda a los damnificados en las últimas catástrofes de Haití o Japón, pasando por hogares para drogadictos de 4 a 6 años.
Aparte de todo esto, habría que reseñar algunas curiosidades del padre Ángel. También son demasiadas, así que nos limitaremos a citar algunas de sus opiniones o proposiciones. El padre propone que las iglesias estén abiertas a todas horas, que acojan a la gente y se conviertan en un lugar de encuentro y diálogo. Le gustaría que los sacerdotes pudiesen desplazarse a las casas o atender por teléfono a aquéllos que lo necesiten. No entiende por qué las mujeres no pueden ser sacerdotes ni tampoco que haya ningún problema con las bodas de personas del mismo sexo. Ante la pobreza, vendería alguna catedral. No es un personaje cómodo para algunas personas o instituciones, puesto que piensa lo que dice y dice lo que piensa.
Ha recibido infinidad de premios en reconocimiento a su vasta labor. Entre ellos el premio Español Universal, en 2005, y el premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2010.
En 2007, el periodista Jesús Bastante Liébana publicó la biografía titulada “El padre Ángel, mensajero de la Paz”.