Autor: Miquel Vilardell
Por María Jesús Díaz
Envejecer es un proceso natural y progresivo que nos sucede a todos, sin excepción, desde el mismo instante en que nacemos. Lo que no es tan natural es que nos tomemos este asunto, el de la vejez, con la seriedad que merece. Desde luego no nos lo planteamos en nuestra infancia, pero tampoco lo afrontamos debidamente cuando estamos a las puertas de alcanzar la vejez. Los años por los que transcurre nuestra vida los vivimos sin pensar en la muerte. Es inexorable, sin duda, pero la muerte nos es ajena, como si no fuera con nosotros, y hacernos mayores es una etapa de la vida que no queremos anticipar.
El autor de este interesante libro, el dr. Miquel Vilardell, catedrático de medicina y jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona, ofrece al lector una perspectiva realista, sin tapujos, sobre la relevancia que para el proceso de envejecimiento tiene la propia voluntad. Son muchos los padecimientos de la vejez que podrían evitarse si en el camino de la vida nos condujésemos adecuadamente. La muerte está ahí, pero en ese empeño en no encontrarnos con ella no nos preparamos para el envejecimiento, que es la antesala natural.
El autor distingue entre envejecer y envejecer bien. Envejecer es un proceso natural y progresivo y consiste en ir perdiendo las capacidades funcionales (la vista, el oído…), pero cuando se envejece de manera precoz, y esa progresión se vuelve muy rápida, o se acompaña de enfermedades crónicas que la agudizan, entonces es cuando este envejecimiento se vuelve patológico.
En España, donde la vejez es muy saludable como regla general, envejece de manera precoz aproximadamente el 12% de la población mayor de 65 años, y estas personas precisan de la ayuda de otra/s persona/s para las actividades de la vida diaria, ya sea en sus hogares o en instituciones adaptadas a sus necesidades.
Existen factores genéticos que no se pueden modificar, pero los ambientales sí se pueden modificar, incluso se puede prevenir la aparición de determinadas enfermedades atendiendo precisamente a estos últimos, como por ejemplo la alimentación, el sedentarismo, el autocuidado de la salud y el estrés psicosocial. Disponer de un buen sistema de salud, junto con el estilo de vida, son determinantes para poder disfrutar de una vejez saludable. Nos recuerda el autor una frase que pronunció Pitágoras: “Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”.
El autor se revela como un doctor de los de antes, de los que disponían del tiempo necesario para escuchar confidencias, para compartir complicidades, porque el trato con sus pacientes le ha proporcionado sabiduría y capacidad para mostrarnos, en la segunda parte de su obra, una serie de situaciones características de ciertos procesos de envejecimiento (un total de dieciocho) muy reveladoras, a las que cada lector podrá poner rostro, fáciles de reconocer, y que con sus consejos se convierten de pronto en “fáciles” de afrontar. Y es que, como docente, sabe ponernos encima de la mesa los instrumentos necesarios para que cada uno de nosotros, libremente, tomemos nuestra decisión. ¿Vamos a tomarnos en serio nuestro envejecimiento?
Decía D. Miguel de Unamuno, y así lo cita el autor en las conclusiones del libro, que “Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o será”.