Autor: Gabriel Elorriaga Fernández
Edita: Cuadernos del Congreso de los Diputados, 243 páginas, Madrid, 2015
Por Antonio REGALADO
Manuel Fraga Iribarne (Villalba, Lugo, 23 de noviembre/1922 –Madrid, 15 de enero/2012) ha sido uno de los políticos más destacados de nuestro país. Un hombre, digámoslo pronto, comprometido con su tiempo. Y controvertido. Tuvo muchos amigos y muchos enemigos. Pero nadie puede discutirle su amor, su entrega y servicios a España. Porque Manuel Fraga, -don Manuel- era más que un político: fue un eminente catedrático investigador del constitucionalismo y un diplomático ejemplar que defendió como nadie los intereses nacionales en especial en el Reino Unido.
Gabriel Elorriaga, estrecho colaborador de Fraga, gallego como él, ha escrito un libro inacabado -decimos inacabado porque aquí solo explica su andadura como hombre clave durante la Transición- y creemos que abordará en profundidad el resto de su andadura política desde la Presidencia de la Xunta de Galicia hasta su último capítulo como senador, para completar la biografía de un hombre público, al que “le cabía el Estado en la cabeza”.
Uno pude estar o no de acuerdo con las ideas que defendió don Manuel pero nadie, nadie, al conocer su obra puede quedarse indiferente. El libro se lee de un tirón. Es el mejor reclamo para explicar que está bien escrito, que no es una hagiografía, y que sus 243 páginas albergan contenido suficiente para mejorar la idea colectiva de un hombre, con una vocación de servicio excepcional que nació en el seno de una familia humilde, que trabajó sin descanso toda su vida y que nunca se enriqueció. Un político honrado.
Tiempo habrá para examinar sus decenas y decenas de libros, de ponencias, de ensayos, de artículos, sus investigaciones demoscópicas. No hubo parcela social o política que no estudiara y desarrollara con la pasión del profesor novato e insaciable. Fue un estudiante brillante y su currículum universitario (catedrático de Derecho Político y de Derecho Constitucional) se engrandece con más de 20 doctorados Honoris Causa por otras tantas universidades hispanoamericanas, europeas, australianas y estadounidenses.
Hombre de acción
Manuel Fraga (MF) tuvo su primer destino diplomático como secretario en el Instituto de Cultura Hispánica y desde allí impulsó los estudios constitucionales. ¿Por qué ese tipo de estudios en una España monolítica? Porque Fraga (“La Reforma del Congreso de los Estados Unidos”, (1951), “El Congreso y la Política Exterior de USA” (1952) o “Las Constituciones de Puerto Rico” (1953) nunca fue un franquista al uso y sus conocimientos le confirmaban cada día que había una vida parlamentaria y democrática al otro lado del Movimiento. Desde este puesto, Manuel Fraga dio muestras de ser no solo un teórico sino un hombre de acción. Cuenta Elorriaga esta vivencia personal: en el Teatro María Guerrero el Instituto de Cultura Hispánica rendía homenaje a Salvador Dalí. La Bienal se organizó como acto-conferencia pero unos alborotadores intentaron reventar el acontecimiento. Dalí esperaba apoyado en su bastón para hablar cuando Fraga se adelantó y gritó a los alborotadores: “¡Los que están pateando son unos bellacos!”. La gran mayoría del público prorrumpió en aplausos y la nutrida minoría de alborotadores, tomó las de Villadiego.
En una película dirigida por el propio Dalí se recoge el incidente y se ve a un Manuel Fraga enérgico despejando la situación. A continuación, el divino Dalí con su engolada voz, proclamó: “Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo… tampoco”.
La ley de prensa: el principio del cambio
Manuel Fraga es un hombre multifacético, complejo, serio, responsable… que transmitía autoritarismo en su voz pero que conviene recordar que fue el primer aperturista del régimen. Desde la Universidad o desde el propio gobierno como ministro de Información y Turismo. Es el padre de la ley de Prensa e Imprenta (1966), una tente vigente que acabó con la censura previa y que modificó sustancialmente el mundo editorial. Un revulsivo paralelo para encauzar la libertad de expresión, los libros, la canción, el teatro o el cine. En suma, un proyecto que ensanchó la cultura en todas direcciones. Y qué decir de su contribución a la creación por todo el país de los Videoclubs y de los Paradores. La famosa foto en bañador con el embajador estadounidense para romper el maleficio de la “bomba de Palomares” sobre tierras almerienses es todo un gesto que confirma que este ilustre gallego se implicaba en todos los asuntos incómodos y siempre daba la cara. La Ley de Prensa e Imprenta inicia las reformas que España necesita para dar el gran salto, el gran cambio a la democracia.
Como ministro de Información, “inventó” las ruedas de prensa de los viernes tras los Consejos de Ministros, sustituyó las notas de prensa por las apariciones en directo y fue el primero que comprendió el valor comunicativo de la televisión. Fue el gran impulsor de TVE2 y se preocupó por vez primera de la programación cultural. Nada le era ajeno mientras el Gobierno de Arias Navarro agonizaba sin poner en marcha sus reformas del “Espíritu del 12 de febrero”.
Como responsable de turismo, MF entendió mejor que nadie que el turismo era una fuente inagotable de divisas. Rehabilitó los edificios más emblemáticos y los convirtió en hoteles de lujo, hoy una de las enseñas de la Marca España.
Compromiso monárquico
Nuestro personaje fue una pieza fundamental para consolidar el papel (en aquel momento indefinido) del príncipe don Juan Carlos y, por ende, de la Monarquía española. Su relación con el Rey emérito fue siempre muy cordial. Y otro de los aspectos menos conocidos de MF es su preocupación por la sociedad civil. Estimuló el Instituto de Estudios Políticos y Constitucionales y puso los cimientos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a través del Instituto de la Opinión Pública.
Políglota y lector empedernido de periódicos, los recortaba diariamente para repartirlos entre los colaboradores de su departamento. Siempre fue igual. Un trabajador infatigable teniendo como meta el bien común. “Yo he venido aquí a servir y no a servirme del cargo”, repetía a sus allegados y funcionarios al tomar posesión de cada cargo institucional o académico. Su paso pactado (de dos años) por la embajada de España en Londres -“una travesía del desierto”- no fue un paréntesis en su vocación política. Al contrario, la sede diplomática se convirtió en un centro de peregrinaje. Por allí desfilaron todos los prohombres de la época (excepto Adolfo Suárez) porque sin duda, el liderazgo de MF sería el mejor paraguas, más seguro para encarar el futuro político tras la muerte de Francisco Franco. Su liderazgo no era cuestionado ni en por la izquierda, la derecha ni e l centro de la vida política nacional.
Pérdida del centro y padre de la Constitución
Por el libro de Gabriel Elorriaga desfilan todos los personajes del final del antiguo régimen y los que conformarían la Transición. Desde Carrillo –a quien presentó en el Club siglo XXI- a Tierno Galván, pasando por Arias Navarro, Tamames, Pio Cabanillas, Marcelino Oreja, Martín Villa, Osorio, Licinio de la Fuente, Jesús Posada, -prologuista de este libro- Areilza, Castiella, Fernández Miranda, Múgica, Felipe González…
Manuel Fraga, un hombre de centro con maneras viscerales autoritarias, intentó acomodarse a la nueva situación; siempre fue consciente de que la participación política de la sociedad era inevitable pero fue Adolfo Suárez con su posterior UCD quien le invadió el terreno y le arrancó los votos para liderar la Transición. Fraga no pudo sacar partido a la Ley de Asociaciones que él tanto había promocionado y su Reforma Democrática y su Alianza posterior no pudieron pescar apoyos suficientes en las elecciones generales del 15 de junio de 1977 a pesar del gran equipo de dirigentes que le acompañaban conocidos como “Los 7 Magníficos”.
UCD (165 escaños), PSOE (103), PCE (12) y AP (16) se alzaron con la mayoría de los 350 escaños de las Constituyentes, comenzando así la consolidación del bipartidismo que empezó a romperse en mayo de 2014.
Los 1,4 millones de votos (el 8,05%) le otorgaron a Fraga voz y voto para ser uno de los 7 padres de la Carta Magna junto a Pérez Llorca, Herrero de Miñon y Gabi Cisneros (UCD), Peces Barba (PSOE), Miguel Roca (CiU), Jordi Solé Tura (PCE) y el propio Fraga por AP. Los siete constituyentes pronto comprenderían que las grandes decisiones se estaban cocinando en restaurantes de cinco tenedores (en el calor de la noche) entre el vicepresidente Abril Martorell y el vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra.
La Carta Magna del 78 fue el contrato para saldar cuentas con el pasado, abrazar la reconciliación y caminar adelante, juntos y en la misma dirección. Algunos Capítulos, como el VIII, referente a las Autonomías, no quedó bien hilvanado y treinta y siete años después, la sombra de la falta de unidad provocada por inquilinos de La Moncloa sin visión de Estado y por separatistas insolidarios han puesto en peligro la unidad de la Patria. Don Manuel ya no puede verlo.
Atrás habían quedado firmados los Pactos de la Moncloa (políticos y económicos) promovidos por Suárez, donde Fraga jugó un papel decisivo junto a Calvo Sotelo, González, Carrillo, Triginer, Raventós, Roca, Ajuriaguerra, Tierno, Nicolás Redondo y Marcelino Camacho.
El relevo popular
Tras el desmoronamiento de la UCD en 1982, Manuel Fraga se convirtió en el principal opositor al PSOE de un Felipe González invencible en las urnas. Pero Manuel Fraga nunca se rindió y años después, a finales de marzo de los 90, entregó el testigo del poder del partido a José María Aznar. Ante los 3.000 compromisarios reunidos en Sevilla, Fraga rompió la carta de dimisión por anticipado” al grito de “Ni tutelas, ni tu tías”. Aun faltarían otros seis años para que el PP se alzara con la victoria en las generales, acabando con catorce años de felipismo. El resto de la historia es bien conocida. Aznar consigue mayoría absoluta en el 2000 y decide renunciar en 2004.
La tragedia del 11M volcó las elecciones que devolvió el poder a los socialistas de Rodríguez Zapatero. La crisis (que nunca existió para ZP) y sus erráticas políticas en matera interna y exterior) han dejado al presidente Rajoy un panorama desolador… en lo político, social y económico.
El profesor Fraga dejó escrita en el Diario de Sesiones de la Cámara Baja (18 julio 1978) esta premonición que hoy nos preocupa sobre la integridad territorial: “Yo quiero afirmar aquí la necesidad absoluta de distinguir entre los legítimos deseos de autonomía, que admiten una solución política y administrativa, y los claros intentos de separatismo revolucionario y terrorista que no admiten más solución que sereno pero severo uso de toda la fuerza del Estado para suprimirlos. Lo demás es alta traición”.
Los grandes cambios históricos que se producen cada 40 años están a punto de mover los horizontes. Realmente vivimos tiempos interesantes.
Entregado el testigo del partido conservador a José María Aznar, Fraga vuelve a casa y gana sus primeras elecciones democráticas a la Presidencia de la Xunta de Galicia donde mantuvo el poder durante 15 años. Su último destino político: el Senado de España.
Gabriel Elorriaga ha puesto a un intelectual, a un político y a un hombre de acción frente a la historia. Su extensa bibliografía abarca la política, la economía, la sociedad, la mujer, la razón, la moral, la familia, la educación, la guerra, la paz, las crisis de estado, España, la sociología, el Nuevo orden Mundial, la emigración,-él lo fue en Cuba-, Finisterre, la UE, Balmes, Jovellanos, Cánovas o Álvaro Cunqueiro.
Quienes le trataron en vida hablan de él como una persona generosa y sensible, austera, disciplinada. Sin embargo su expresión corporal con aquellas expresiones de “¡A por ellos!”, en un mitin electoral, o “la calle es mía”, cuando era ministro de Interior, agigantadas por la TV, han proyectado una imagen de Fraga Iribarne en blanco y negro de hombre visceral y autoritario difícil de desmontar. Para desfacer el entuerto de una persona con tanto carisma y tan escaso márketing, Gabriel Elorriaga está obligado a desgranar la totalidad de su vida (sí, su vida) y de su obra, desgranando su influencia y su contribución a la vida nacional, empezando, quizás, por su impulso a la sociología política. Fraga es un animal político inclasificable. Nadie duda sin embargo de que fue siempre un fiel servidor del Estado, un funcionario ejemplar. Un español de su tiempo. Un político honrado.