Por Antonio Fernández Heliodoro
Los libros han cambiado el mundo: me han cambiado.
Fui en busca del tesoro con la épica; y me introduje en estructuras más complejas con la tragedia; y en su antítesis la comedia; y en la inversión de la épica con la sátira.
Fui a la búsqueda del tesoro configurado como Grial, Toisón de Oro, El Dorado, Paraíso… Viajé, en fin, a la Utopía.
Encontré contradicciones y paradojas en la tragedia. Se suceden en ella diversas advertencias, surge el conflicto.
En la comedia clásica, el héroe cómico comienza donde acaba el héroe trágico. Si la tragedia es la estetización del ritual del chivo expiatorio cuyo fin es la catarsis o purificación, la comedia es la dramatización de la boda. El tema principal de la comedia es la fecundidad que vence a la muerte.
La sátira no es sino la inversión de la épica: su tema no es el viaje a la libertad, sino la reclusión. (El que mejor ha expresado esto es Samuel Beckett con su Esperando a Godot, que logró ‘atrapar’ a los presos al ser representada en la cárcel de San Quintín.)
Podríamos seguir detallando el mapa infinito de la literatura, hablar del inmenso mar en que navega, delimitar el canon literario…
Pero es mejor centrarse en la emoción del contemplador-lector , en el hecho de su intuición estimativa, de cómo hace su papel de secante y advierte su pendulación hacia fuera: la estremecedora salida de la realidad; cómo queda suspendido, flotando en el ámbito que se ha creado para él.
Creador.
Ocurrió, cuando el escritor dejó de ser un artesano que realizaba su labor siguiendo unas reglas y se convirtió en el hermano pequeño de Dios, y al igual que Él el escritor creó mundos y mundos y mundos, pues su hermano mayor le había dado parte de su don divino.
Cuando la capacidad creadora era patente denominose genio: una sensibilidad suprasensorial, que rozaba la locura. Nietzsche advirtió: Yo también he descendido a los infiernos como Ulises y descenderé a ellos otras veces todavía; y, para poder hablar con algunos muertos, no he sacrificado solamente corderos ni he economizado mi propia sangre.
Escribir con sangre…para que con la transfusión el lector se reanime; para que en el trasegar sienta los latidos del corazón que hizo el bombeo.
Leer, releer, a los grandes creadores de macrocosmos, verdaderos trasplantados, de otra dimensión, que se llevaron a la tumba su secreto, pero que regalaron el tesoro de su médula. Homero… Dante…Cervantes…Shakespeare.
Vivir para leer y vivir más para seguir leyendo.