Martín Chirino nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1925, en la playa de las Canteras.
Debido a que su padre era jefe de astilleros del Puerto de la Luz, mantiene, ya desde muy pequeño, una estrecha relación con el metal, rodeado éste de luz, de fuego, viento y agua. “Fui un niño tumbado en una playa, que miraba el horizonte y quería moverlo” relata el joven Chirino refiriéndose a su infancia, dejando patente su precoz inconformismo.
En la adolescencia, coincidiendo con las primeras tentativas escultóricas, surge su amistad con el pintor Manuel Millares, con el que comparte inquietudes y la necesidad de exteriorizar para interiorizar.
A los 23 años parte en busca de nuevos cielos. Su primer destino es Madrid, donde ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Luego le seguirán París y Roma, ciudades que le brindan la oportunidad de conocer in situ las obras de artistas (Julio González, Piero Della Francesca), que influirán decisivamente en su desarrollo como creador.
Más tarde, estudió un año en Londres, antes de regresar a la isla. Esta parada en casa, entre otras cosas, le sirve para profundizar en las misteriosas inscripciones aborígenes guanches, descubriendo así, en continuadas visitas al Museo Canario, a su, a partir de ahí, inseparable compañera de viaje: La espiral.
Vuelve a Madrid y en 1957 entra a formar parte del grupo “ El Paso”. “ El Paso” supuso un movimiento necesario, en época de posguerra, que reunió a diferentes pintores y escultores con el fin de liberar al país del estancamiento artístico en el que estaba inmerso.
En 1960 salta a la fama fuera de las fronteras españolas con su exposición “ New Spanish Painting and Sculpture” en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Desde ese momento sus obras no paran de nacer y emprender vuelo hacia diferentes lugares del mundo.
Ya en 1980, recibe el premio nacional de Artes Plásticas y, en 1985, la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, del cual fue presidente entre 1983 y 1990. En 1989 es Director del Centro Atlántico de Las Palmas de G.C (CAAM )
En la actualidad, a sus recién cumplidos 84 años, Martín Chirino trabaja con la misma ilusión de siempre.
– ¿Qué supone la condición de isleño para un artista?
– Para un artista no significa nada, me imagino yo, pero para mí, la condición de isleño nacido en Canarias me ha condicionado, sin lugar a dudas, teniendo que vencer las dificultades que conlleva la lejanía de nuestras islas.
– Hablando de mover el horizonte ¿es la escultura un acto de rebeldía?
– En el mundo en que vivimos, la mayoría de nuestros actos tienen la condición previa de lucha contra lo establecido, entendiendo este acto de rebeldía como una actitud de afirmación y de pensamiento.
– ¿Qué ha influido más en su crecimiento como artista: los acontecimientos externos, léase guerra y posguerra; la historia del arte o la búsqueda de lo invisible?
– Fui un niño de la postguerra civil española, es evidente que ello significó un modo de desarrollo y crecimiento intelectual muy específico, personalmente creo que artistas e intelectuales de la postguerra se sentían sometidos a la presión mediática del régimen, leyendo entrelíneas, y haciendo un gran esfuerzo por interpretar el mundo en medio de la supresión de los derechos civiles.
– ¿ Qué supuso para usted el paso por “ El Paso”¿Qué te queda de aquella época?
– Fue una aventura importante, hoy legendaria y evidentemente para mí no fue más que un paso, un paso más allá además del conocimiento y afinidad con alguno de sus componentes.
– ¿Dónde empieza y dónde acaba la espiral?
– En el centro del universo de mi pensamiento y quehacer artístico
– En alguna ocasión citó que “esculpir es escribir en el aire” ¿Es escribirse a uno mismo, esculpirse a uno mismo?
– No, en absoluto. Es un tema de concepto. La escultura por sí misma no existe si no es capaz de escribir ese espacio que necesita para materializarse. A mí me esculpe lo cotidiano y creo que todo lo que me acontece es lo mejor que me puede suceder.
– Usted trabaja con todos los elementos, fuego, tierra, aire y agua ¿Se considera alquimista de alguna manera?
– No lo sé. Si que tengo muy claro el pensamiento del herrero fabulador que a través de la historia se instala en el mito y se aleja de nuestra realidad.
– ¿Formar figuras tangibles es un intento de detener el tiempo? ¿A qué se refieres cuando dice que la escultura te hace muy real?
– Entre lo real y lo irreal mi escultura se convierte en algo absolutamente tangible que me hace sentirme, entenderme y a veces soportarme.
– ¿La nostalgia es un instrumento?
– De ninguna manera. En cierto modo es una concesión romántica de la interpretación del mundo que no tiene cabida en la celeridad de los tiempos en que vivimos. Ser o no ser, qué más da. Hoy no vivimos en un mundo de ideales.
– ¿Le quedan miedos?
– Mi condición judeocristiana me ha capacitado para todo lo contrario, aunque como decía Jean Paul Sartre “el niño que oía hablar de Dios lo guarda en su corazón y no lo olvida”. La pena y la gloria para mí son lo mismo. En medio de toda esta reflexión, el miedo son las dificultades.
– Dígame algo a lo que jamás renunciaría
– Muy buena pregunta. No me puedo jactar de lo que soy por conocimiento ni tampoco de lo que no soy por todo lo contrario, por lo tanto la actitud de renuncia es algo que no es previsible dentro de mi pensamiento.
– ¿Qué hecho histórico le hubiese gustado vivir?
– No tiene respuesta, de todos modos hoy y hoy…..el presente
– ¿Quién ha influido más en su vida artística
– Tal vez el conocimiento de la historia y el respeto que siento por la creación de aquellos artistas que admiro
– Y para finalizar ¿Qué proyectos tiene?
-Seguir viviendo mucho tiempo y como siempre a la búsqueda de ese imposible que es el sueño del arte.
Octavio Ramos Monzón