Libro: EL CLUB DE LAS AMANTES IMPACIENTES
Autor: Diego ARMARIO LÓPEZ
Editorial: Arcopress, S.L. – Colección ERÓTICA. Córdoba, 2015
Precio: 22 euros.
Por Antonio Regalado
Yo quería escribir una crítica literaria como Dios manda -si es que Dios manda escribir una crónica literaria así- y me encuentro, desde la primera página ante un «pitch», un eje, -un escritor (Adolfo) en horas bajas- que vertebra una novela y una película. Porque «El Club de las amantes impacientes» no es solo una novela erótica, -que lo es-, sino, además, un filme cargado de flash-back, de miedos, de inseguridades, de ternuras, de violencias, de soledades y de sexo. Mucho sexo. Demasiado sexo para un hombre solo con acción y reacción en todas direcciones.
Diego Armario, -en su noveno libro y en su cuarta novela-, ha alcanzado una madurez narrativa y descriptiva que augura, sin temor a equivocarnos, que estamos perdiendo, quizás, un periodista de raza para ganar un narrador que camina deprisa hacia la plenitud. Y a la gloria.
Confieso que he leído el libro de un tirón. En mi cogote he sentido la lluvia, -hay que mojarse siempre en este género-, el aliento de la editora mandona y exigente, el humo de los cigarros en la mitad de la noche, la dependencia del alcohol de todos los protagonistas, el dolor de los recuerdos, los jadeos de esas mujeres poco virtuosas y la ternura de Eva, el último cartucho para la regeneración de un perdedor inevitable. Y sobre, todo, he transitado por la construcción de un relato lógico y excitante -en todos los sentidos- donde las páginas son un travelling interminable, casi un zoom lazaroviano para un musical de orgías, desmesuras y sexo sin fronteras.
El dialogo es dinámico, acelerado, profundo, sensual, excitante; una novela más turbadora que nunca, abierta en canal en todas y cada una de las líneas de las 284 páginas para que el protagonista bien pudiera haber sido, no un periodista español, sino el héroe de Woody Allen: «Si pudiera me reencarnaría en las yemas de los dedos de Warren Beatty«, el amante perfecto.
Sin límites ni fronteras
Desde el minuto uno, el lector va viviendo los avatares de cada plano, de cada secuencia, de cada escena, de cada panorámica recorriendo el cuerpo (con escasa alma) de hembras de infarto. Adolfo va por el cuerpo de cada una como un explorador africano. Los efectos especiales viajan paralelos a la cámara ficticia que va describiendo las situaciones comprometidas. El lenguaje cinematográfico es bárbaro y escabroso como corresponde a la tensión que el autor crea en cada anochecer y en cada catre o coche. El deseo permanece en cada poro de la piel de los enamorados insaciables. Y ese deseo hay que sublimarlo. Pocas veces la palabra describe con tanta fuerza y precisión esas emociones desenfrenadas.
No hay límites en el disfrute de esos amores sombríos y, esa valentía -que puede ofender al lector no acostumbrado al traspasar la orilla de lo decente-, revaloriza todo relato. Para seguir en los parámetros del celuloide, las tomas obedecen a la ortodoxia del séptimo arte. Las imágenes describen como dardos (húmedos y envenenados) cada plano general, medio, de detalle, en picado.
Pocas veces el sonido de las palabras describe con tanta habilidad el milagro de la entrega total. Al fin y al cabo, yo ya tengo escrito hace décadas que la vida se reduce a cuatro palabras: «amar y ser amado». Porque como les enseñó San Pablo a los corintios, «en el atardecer de la vida nos examinarán del amor». Y, sobre todo, hay que aprobar esa asignatura antes del juicio final. Y en esta novela todos intentan aprobar con sobresaliente. ¡Qué duro es el sexo!
Diego Armario construye un personaje -¿autobiográfico?- rodeado de mujeres enamoradas y acaba dibujando un pasado imperfecto sobre camas calientes con sábanas frías en habitaciones orientadas al sur de la impudicia.
Las vidas de Enma, de Paula, de Koke, de Ruth, de Lourdes, de Imelda, de Nadine, de Alexis, de Alejandra, de Moira, de Eva o deSoledad viven para el disfrute del cuerpo sin restricciones ni ataduras. Mujeres de sexo creativo que escandalizarán a más de un lector o lectora. Con un oponente solícito que con su experiencia supera todas las expectativas. Un cóctel perfecto de pasión, whisky sin soda, ron con Coca-Cola, descaro, provocación y desmesura. No crean ustedes que estas historias son carne de cañón para lectores impenitentes, no; creo que gustarán por igual a las mujeres atrevidas sin horizontes lejanos.
Hay que tener mucho valor para abordar un tema tan escabroso como el que describe el escritor Diego Armario, con conocimiento de causa y, mucho talento e imaginación para venderlo como si fuera «El pecado venial» -(traducido en España por «Me gusta mi cuñada»), película de la sensual Laura Antonelli (que en gloria haya) o la deseada Kim Bassinger en «9 semana y media». Es sexo erotizado. Nada más y nada menos. Son personajes (un hombre y diez mujeres) que piden todo a la vida, que exprimen su existencia hasta la última gota y que terminan pagando un alto precio por ello: la soledad de sus destinos. El sexo, sin duda, es un problema, como vemos. Pero, sobre todo, cuando no lo hay.
«El Club de los amantes impacientes«, -insistimos-, es una novela de acción que a su vez se desarrolla como una película trepidante, escrita por un mercenario sin conciencia ni principios. Una buena alternativa para periodistas reconvertidos a digital en tiempos de crisis.
Creo que Diego Armario ha despertado instintos dormidos en ambos hemisferios del ecuador de la cintura. Armario, el narrador de precisión clitoriana, ha abierto una brecha -políticamente incorrecta- en un género poco experimentado hasta ahora cuando no reprimido y prohibido. ¡Queda tanta piel por descubrir todavía!
Existirá un antes y un después en la literatura erótica de nuestro país tras la publicación de esta obra tórrida, sensual y perturbadora que debería tener continuación en su viceversa: una mujer agresiva conquistando a una docena de irreductibles machos alfa. “El Club…”, es una lectura idónea para estas noches de estío con tanto hastío. Una película a futuro de Bigas Luna. De momento, leerla en soporte papel, se goza como una ducha de agua fría para este verano tan caliente.