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Tag Archive | "beatificación"

CÓMO CONOCÍ A LA FUTURA BEATA MARÍA DEL PILAR IZQUIERDO

Por José María Vera

Sería el año 1939: vivía en Zaragoza y tenía 10 años. Iba al colegio de las Hermanas Maristas. Como los jueves por la tarde no tenía colegio, solía acompañar a una señora de edad (75 años), Enrique, que era una amiga de mi madre y que, por circunstancias familiares, estaba alojada en una residencia de ancianas, las Hermanas Angélicas. En esos años, la residencia era una casa antigua en una calla cercana del Pilar. Eran habitaciones grandes con camas separadas por grandes cortinas, con un baño en común. En esta residencia, dos años más tarde hicieron un edificio nuevo, muy cerca del Pilar, donde trasladaron la residencia que todavía existe.

Enriqueta, la amiga de mi madre a la que yo acompañaba a salir, tenía una amiga, también amiga de mi madre, Asunción, que era maestra ya jubilada, que solía visitar a enfermos y tenía una cierta predilección por una joven que vivía con sus padres en una buhardilla en la calle Cerdán, 24. Su niñez y adolescencia estuvo dedicada al cuidado de las dos hermanas, ya que los padres trabajaban de limpiadores… con gran estrechez económica.

A los 20 años, esta chica llamada María del Pilar… sufrió un accidente al caer del tranvía. Se quedó paralítica, ciega y sorda, añadiéndole a esto la aparición de numerosos quistes distribuidos por todo el cuerpo. Estuvo varias veces ingresada y fue intervenida en el Hospital Provincial de Zaragoza y, finalmente, le enviaron a su domicilio, ya que no encontraron ninguna fórmula para que mejorara. La señora a la que yo acompañaba los jueves por las tardes en sus salidas me dijo una de las tardes que íbamos a visitar a una enferma especial. Subimos a la buhardilla y nos encontramos en una habitación amplia con numerosas sillas a una joven paralítica, sorda y ciega. La recuerdo muy bien porque a pesar de que tenía sólo 10 años, me impresionó.

La cara era sonriente y, al entrar, dijo: «Ya sé que eres Enriqueta y que vienes acompañada de un niño rubio que puede ser un buen sacerdote». Esto sería en Mayo de 1939. Creo que volvimos otra vez a los pocos meses.

Enrique se deterioró mucho y yo seguí mi mundo de estudiante, sin acordarme ya para nada de esto.

Después de alrededor de 60 años, vuelve la historia Yo me había quedado viudo y en una de mis correrías madrileñas paré por la calle Jaén, ya que había ido a visitar un colegio de discapacitados que creo que aún existe, que yo conocía anteriormente por otra historia. Y al pasar por el número 3 de la calle Jaén vi un cartel que anunciaba «consultorio médico jurídico» para personas sin medios económicos. En aquel momento, como tenía tiempo libre, entré a ver si podía ofrecer mis servicios y me atendió una monja que me dijo que, precisamente, que estaban buscando un especialista de pulmón y corazón porque el que venía había dejado de ir; así que me comprometí a ir los lunes por la tarde a las cinco para atender a los enfermos que acudían de esta especialidad.

El consultorio pertenecía a los Padres Capuchinos y eran dos monjas las encargadas de su funcionamiento y dirigir una pequeña farmacia para atender a los enfermos acudían allí.

Un buen día, hablando con una de las monjas, me preguntó que de dónde era y le dijo que de Zaragoza. Me dijeron que era una casualidad porque su fundadora era de Zaragoza y me entregaron un libro de su vida. Estaba en proceso de beatificación. Leí el libro y me di cuenta, por todo lo que se relataba sobre ella, que era la misma que yo había visitado en la buhardilla de Zaragoza en Mayo de 1939. El libro relataba su curación espontánea el 8 de diciembre de 1939 al recibir la comunión.

Recobró su capacidad y se marchó a Madrid con un grupo de jóvenes, a las que visitaba en Vallecas y, posteriormente, en Tetúan. Se dedicaron a repartir alimentos entre los pobres. Después de muchas contrariedades e incomprensiones, fundó la obra religiosa-misionera Siervas de Jesús y María, obra extendida por España. Tiene la Casa Central en España y extendida por Sudamérica.

Falleció joven todavía, en San Sebastián en 1945. Fue beatificada en el año 2011. Se llamaba María del Pilar Izquierdo Albero. Está ahora en proceso de canonización

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DESPUÉS DEL PAPA FRANCISCO

francisco

Por Antonio Aradillas

Pasa el tiempo, y “por ley natural”, según unos, y “por ser esta la voluntad de Dios”, según otros, el hecho es que resulta ya congruente y comprensible que, en cristiano y en humano, se comience a pensar en la posibilidad de la renuncia- retiro, en su día, del Papa Francisco, así como en la de su ulterior beatificación-canonización, y en sus respectivas consecuencias.

. Parece claro que este Papa no esperará la hora de la muerte en el “lecho del dolor”, desgastado, o consumido por la enfermedad y los años y revestido interna y externamente de “Romano Pontífice”, tal y como hicieron sus antecesores y así piadosa y ejemplarmente lo narra la historia eclesiástica. A tiempo, cuando lo juzgue oportuno, atento siempre a la voluntad del Señor, con plena conciencia y pensando en exclusividad en el bien de la Iglesia, llegará el día en el que, sin más, decida su renuncia–retiro, sin sorpresas de ninguna clase para teólogos, pastoralistas, historiadores, futurólogos, y aún para ciertos miembros de la Curia Romana.

. El preclaro y bienaventurado gesto del anterior Papa, Benedicto XVI, será de aquí en adelante, referencia cabal obligada en las biografías pontificias, resultando extraño y hasta sospechoso e incomprensible otro proceder distinto. Llegará a ser de aquí en adelante normal para el protagonista, sus familiares, consejeros y amigos el principio de que los cargos- ministerios eclesiásticos, comenzando por el del Papa, no serán “vitalicios”, y menos con aspiraciones a dogmas de fe, o a otra calificación parecida.

. Da la impresión de que, llegado el momento de su jubilación, el Papa Francisco optará también por la “desvaticanización” de su vida, alejado de la Curia Romana y de sus “adláteres”, refugiándose en cualquier monasterio, casa de retiros o de Ejercicios Espirituales de los PP. Jesuitas, confesor o coadjutor de alguna parroquia, siempre cercano a los pobres, sin preocupación excesiva por la elección de uno u otro país, sin descartar, por supuesto, la misma República Argentina y su “Buenos Aires querido”.

. Da asimismo la impresión de que, al igual que unos –muchos- lamenten el gesto de su más que probable renuncia- retiro, otros lo celebren con salmos y cítaras, antes y después de gimotear y condolerse del “ lapsus” (sic), que sufriera el Espíritu Santo en el momento de la elección de este Papa , que con estilo y plante “franciscanos”, se empeñó en la reforma- renovación de la Iglesia, invocando con seguridad el argumento bíblico de que, pese a sus defectos leves o graves, “las fuerzas del infierno jamás prevalecerán contra ella”.

. Por fin, jubilado, y al igual que al resto de los mortales le llegará la hora de la muerte, e inmediatamente es de suponer que en la Iglesia, y fuera de ella, dada la colosal dimensión universal de su figura, el pueblo se formulará la pregunta de para cuando y cómo habrá de iniciarse el proceso de su beatificación y de su ulterior canonización. En los últimos tiempos de la historia de la Iglesia, con excepción desconfiada, sospechosa, y al menos misteriosa, de Juan Pablo I, los nombres de todos los Papas tienen ya, o están a punto de tener en el Santoral –Año Cristiano– reservado su escaño, con su festividad litúrgica y correspondientes “milagros”.

. Con el convencimiento de que la vocación del Papa Francisco no es precisamente la del “honor de los altares, previo el recorrido por los procesos curiales respectivos, es comprensible adelantarse a los acontecimientos y presagiar que la decisión hipotética de la iniciación ritual de las gestiones y ceremonias posibles, constituirá uno de los capítulos más apasionantes y discutidos de la Iglesia en los tiempos modernos. El pluralismo se manifestará con todo lustre y esplendor, y convertirá en símbolo y bandera de autenticidades eclesiales la figura y comportamientos del Papa Francisco.

. Declarado “santo”, en su día, ¿qué patronazgo le sería, oficial u oficiosamente, encomendado? ¿Acaso el de la República Argentina? ¿El de los pobres más pobres? ¿El de los reformadores valientes y audaces? Soy de la opinión que personalmente se conformaría con patronear desde el cielo algún equipo de fútbol, tal vez con el sobrenombre de “santo”, y a tantos seguidores que en todos los campos del mundo se acogen bajo sus colores, que cantan sus himnos y que disfrutan, o sufren, con sus triunfos o derrotas, también deportivas.

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