El 22,8% de la población escucha música en el ordenador; el 55% tiene un móvil con reproductor de música y un 25,2% utiliza el ordenador o aparatos conectados a él para ver vídeos. Además, el empleo de Internet para escuchar la radio, ver la televisión o disfrutar de películas arroja tasas mensuales del 8,4%; 5,9%, y 6,8%, respectivamente, según los últimos datos de la Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España 2010-2011. El informe, realizado por el Ministerio de Cultura, concluye también que el 14,4% de la población suele acceder a prensa diaria o publicaciones periódicas en la Red al menos una vez al mes. Los lectores recurren al papel, en el 58,3% de los casos; a un formato digital, en el 6,5% de los casos, y directamente a Internet, en el 4,1% de los casos, tal y como resume el análisis del Gobierno.
En 2010, la mitad de las editoriales españolas comercializaban sólo un 5% de su catálogo en versión digital, pero se estima que este año, una de cada cuatro saque a la venta el 50% de sus obras. Además, la tendencia general es que el libro electrónico cueste un 30% menos que la versión impresa, pero este auge de las nuevas tecnologías puede provocar daños a la industria cultural y a la propiedad intelectual. España tenía en noviembre del pasado año la tasa de piratería más alta de Europa: el 77,5% de los contenidos digitales, siendo el de la música el sector en el que se producen más prácticas ilegales por parte de los consumidores, es decir, el 98% de las canciones descargadas; seguido del cine (73,9%) y los videojuegos (62%).
Por ello, los expertos defienden el papel de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la difusión de la cultura, como la periodista y escritora Elena Pita, pero legislado: «Internet, bien regulado, supone no sólo la democratización del conocimiento, sino también del poder». Así, la autora de No amarás a tu madre (La Esfera de los Libros) explicó a Yo Dona la necesidad de «poner coto a la ilegalidad y a la gratuidad», incrementando las técnicas de seguridad pero ofertando también productos de creación económicamente razonable.
«Hoy, el gran problema no es publicar en la Red, sino monitorizar lo publicado: saber adónde llega, quién lo ha leído, cuántas veces», afirma la Directora de Comunicación y Relaciones Internacionales del Festival Sónar, Georgia Taglietti, quien ve en el streaming una alternativa contra las descargas ilegales, puesto que permite reproducir archivos sin necesidad de bajarlos al ordenador y puede abaratarlos, ya que no se pagan los mismos derechos por algo que vas a guardar que por algo que se alquila. «Es como una enorme biblioteca tecnológica donde se puede disfrutar de vídeos, música, películas…, que luego debes devolver. La emisión puede ser de pago o no», defendió Taglietti.
La vicerrectora de Relaciones Internacionales y Estudiantes de la Universitat Ramon Llull, en Barcelona, Anna Berga, celebra los beneficios de Internet en la enseñanza, puesto que el e-learning permite que las universidades impartan sus cursos en medio mundo y en las redes sociales todos pueden hablar y mantener sus seguidores, lo que permite que «mucha gente interesante transmita cultura», aunque sólo sea en los 140 caracteres que permite Twitter. «El riesgo está en terminar sólo surfeando, es decir, pasando por encima de los temas sin ahondar en ninguno», alerta esta experta en un artículo publicado el pasado junio por Yo Dona.
Según la editora y directora de Roca Editorial, Blanca Rosa Roca, el problema es que controlar el mercado ilegal es «costoso y complicado». «Nosotros pagamos 10.000 euros al año a una empresa californiana que rastrea 60 títulos de Roca Editorial, que cambiamos cada mes, en varios servidores internacionales. En un trimestre encontraron y cortaron 2.190 documentos piratas», explica, quien aplaude, no obstante, la existencia de las redes sociales porque «no trivializan más la cultura» que cualquier otro canal. De hecho, entiende que las redes admiten múltiples usos, como una vía de comunicación para los adolescentes, la venta de productos o, en el caso de su empresa, descubrir a autores desconocidos.