Por José Ramón Pérez de Lama
Nos preocupamos acertadamente de vivir de acuerdo con las circunstancias y medios en los que nos encontramos y realmente es extraordinario y diría que imprevisible la diversidad y formas en que se nos van presentando.
Sin embargo, pregunto, ¿tenemos claro cuál de ellas es, para mí la mas fuerte, diferente, incluso sorprendente, e impactante? Diría, sin duda, cada una de las que van apareciendo al discurrir de los años.
Es más, me atrevería a afirmar que no sabemos aprovechar acertadamente, las que vamos teniendo en cada edad y etapa de la vida, estando generalmente en exclusiva ocupados en lo que ha de venir y/o bien en recuperar e intentar continuar en lo pasado.
Cada edad, ¡todas!, tiene unas oportunidades, que si se viven en su propia naturaleza y a fondo, conlleva unos atractivos y ventajas especiales, está en constante encuentro con novedades sorprendentes, insisto ¡todas!, e incluso los inconvenientes, desgracias y males, algunos necesariamente terribles, todos vividos a plenitud, sin huir de ellos o trasladarse a edades que no son las del momento, dan esa plenitud de vida, quizás hasta cruelmente dura, pero que te proporciona la enorme satisfacción de que “estás viviendo, has vivido”, máxima aspiración, con la que te puedes pacífica y alegremente “despedir” este recorrido.
La niñez es sobre todo belleza, inocencia, vida a estrenar; la juventud, alegría, descubrimientos vitales; la madurez, el máximo, el esfuerzo, la voluntad, la creación, el crecimiento familiar; la vejez, una vida nueva, también recuerdos, pero sorprendentes formas de descubrir campos nuevos que no sospechosos, libertad de obligaciones, y contemplar directa, con curiosidad extrema, la fase final, la muerte y la entrada en otra fase y ésta, más diferente aún y expectante.
Una forma de hacer este recorrido vital es que tú mismo vayas tomando conciencia clara de estas fases, ¡nuevas!, y vayas tomando las iniciativas sucesivas, meditadas, pero decididas, y por supuesto, con el mismo grado de curiosidad de las anteriores.
De cada una de ellas y sus circunstancias anexas quiero desarrollar algunas observaciones, pero en este momento, me paro y no solo, ¡y nada más!, quiero incidir en que se tome conciencia de este aspecto de la vida que, a mi juicio, no se valora en su enorme y magnífica dimensión.
P.D.1: Quiero desarrollar cada uno de esos momentos que apunto, porque en varios, sobre todo en la vejez, puede cambiar, mejorar notablemente la vida, y ver las cosas de otra manera.
P.D.2: Habría que enseñar el papel de Dios en todo el proceso. Sé que mucho hombre sabio y prudente no cree en Dios porque dice que no existe, y le comentaría que yo si creo en Dios, porque sin EL no creería en la existencia de nada.
P.D.3: Siempre que me refiero al hombre, me refiero al género humano. No me gusta decir hombre y mujer, o/a, porque estimo es disminuir la idea general, ya que por lo mismo intentaríamos que distinguir blanco negro, alto bajo.