El emprendimiento social, en el que se busca resolver problemas sociales y nunca rendimiento monetario, es todavía un gran desconocido en España, sobre todo en tiempos de crisis, denuncian desde el propio sector. Para quienes no sepan de qué se trata, María Zapata, directora de Ashoka en España, una asociación de líderes emprendedores para cambiar el sistema establecido, el emprendedor social es aquella persona que «dedica toda su capacidad emprendedora, perseverancia y determinación al servicio del bien común y de la transformación social».
La diferencia con una ONG es que la empresa social es un órgano autosuficiente, financiado por sus impulsores, al igual que ocurre en el marco de una empresa convencional, según publica Abc. «La primera es más tradicional y vive de donaciones y subvenciones», explica Fernando Sierra, uno de los cofundadores de Doafund, un proyecto que busca conseguir que las familias que no pueden afrontar sus pagos hipotecarios por falta de ingresos puedan mantener su hogar, quien agrega que una empresa social es «más eficiente» y busca una «forma de ingresos que potencien la causa perseguida», por lo que es «una cuestión de gestión».
Su situación en España se refleja en las cifras: en Estados Unidos, en torno a un 4,5 por ciento de la población se dedica a labores de emprendimiento social en contraste con el no más del 1 por ciento que lo hace en nuestro país, que en el conjunto de Europa, es, junto a Holanda y Alemania, el país que menor nivel de emprendimiento social tiene, según un eurobarómetro de la Comisión Europea.
Conchi Gallego, responsable de la búsqueda y selección de emprendedores sociales en Ashoka, que selecciona cada año cuatro personas con ideas innovadoras para cambiar la sociedad, aclara que sólo se selecciona a personas cuya iniciativa de ámbito social nunca se ha llevado a cabo. «Se trata de algo muy difícil, pues innovar en terreno social es complejo«, afirma esta especialista. A su juicio, aunar objetivos sociales e innovación es la clave del éxito de los proyectos que forman parte de esta red que ya cuenta con 3.000 emprendedores en 30 países.
Por su parte, Doafund, ha creado una web a través de la cual se puede poner en contacto directo a familias con personas y organizaciones que quieran ayudarlas, canalizando ayudas económicas que permitan afrontar sus pagos hipotecarios. Para mantenerse, esta empresa social tiene como objetivo involucrar de forma directa a los bancos, de forma que estas entidades le paguen un porcentaje de todas las cuotas que cobren gracias a los patrocinios en doafund.com, por lo que son éstos los que sostienen económicamente el proyecto.
Los riesgos a los que se enfrentan estas compañías son similares a los de las demás, «económicos, pero también ponen su trabajo, energía y tesón en el proyecto«, según apuntan desde Ashoka. Desde Doafund, señalan que el tratarse de un proyecto innovador supuso una traba para recibir ayuda de otras organizaciones, «pues al no existir nada parecido se tiende a desconfiar», además de que se pueden perder los ahorros y ser perseguidos por el estigma que en España supone el fracaso.
Además de por el sistema educativo y la vida resuelta de los jóvenes que no alientan a este tipo de emprendimiento, las «prácticamente inexistentes» subvenciones específicas para estas empresas son algunas de las trabas que hacen que este tipo de proyectos no sean abundantes en España.