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ENTREVISTA A JOSÉ RAMÓN PÉREZ DE LAMA

Ingenerio y ex alcalde Sevilla

Por Carlos Mármol

Tiene 87 años y juega a golf con devoción. Ha construido carreteras, diques, canales y puertos. Es ingeniero y jugador de ajedrez. Padre del cauce del Guadaíra. Conoce a los personajes de la historia reciente por su nombre. Ha fundado empresas –ITS Spain– y ha sido director del Canal Sevilla-Bonanza y presidente de Pineda. Alcalde de Sevilla durante la transición, le tocó inaugurar las estaciones del antiguo Metro y liderar un ayuntamiento incapaz de recaudar un tercio de los impuestos porque los sevillanos no pagaban. Hotel Meliá. Interior día.

–¿Usted es sevillano?
–De Madrid. Mi padre era de Santander. Se fue a Cuba a montar almacenes hasta que llegó Castro. Volvió y se casó con mi madre, que tenía un hotel en la Puerta del Sol.


–¿Vivió la Guerra Civil?
–Tenía 10 años. Había bombardeos todos los días. Estuve un año sin andar porque me hirieron en uno y los médicos se fueron dejándome a medio operar cuando cayó otra bomba en el quirófano. Yo he robado pan para comer. Ya no me asusta nada.


–¿Por qué se hizo ingeniero?
–Me gustaba hacer cosas. Empecé Filosofía y Letras pero cambié porque vi que no iba a ganar dinero. Me atraían los puertos. Trabajé para una empresa norteamericana e hice la milicia de alférez en La Granja. Para las
prácticas pedí el sitio más raro del mundo: Sevilla. Empecé a trabajar en Dragados. Me hicieron jefe de Andalucía Oriental. Después ingresé en el Estado. En aquella época estaba garantizado. Trabajé en el Puerto y
fui jefe de Costas y Puertos de Andalucía y Marruecos. Todo esto es un poco rollo.


Hablemos del Canal Sevilla-Bonanza.
–Es la obra más interesante que he hecho. Habría sacado a Andalucía de su situación de atraso. Viajé a los principales puertos del mundo para estudiar la obra: Rotterdam, Ámberes, San Francisco, Nueva Orleans, Japón. Sevilla está en el Sur de Europa, es la conexión con América y con África.


–¿Qué pasó con la maqueta del proyecto?
–Yo hubiera pagado por quedarme con ella, pero cuando me fui del Puerto lo primero que hicieron fue cargársela. Son las cosas que pasan en Andalucía: la Autoridad Portuaria no quería saber nada del proyecto porque al director de entonces no le convenía. No te voy a contar las peleas.


Sólo se construyó la primera fase ¿no?
–La mitad. El Canal tenía 12 kilómetros en total más las obras complementarias. Yo ya había desviado el Guadaíra 21 kilómetros y
había hecho las cortas de Olivillos y la Isleta echándole dos cojones. Dejé una parte de marisma como cultivable. Sólo su valor ya era superior a la obra. Lo hice sin untar a nadie. No porque sea más honrado, sino
porque aspiro a cosas más importantes.


–¿Por qué no se terminó el Canal?
–Estaban hasta expropiadas las tierras. Y eso tiene castaña, porque la gente importante de Sevilla cree que sus tierras son un tesoro. Yo expropié a dos tíos de mi mujer. Como no había dinero para hacer el Canal entero hablé con el alcalde, con el presidente de la Diputación y con el director general. Decían que Sevilla no podía tener un puerto de esa categoría. Quisieron nombrarme director del Puerto de Barcelona, pero yo quería que se
hiciera el Canal de Sevilla. Me fui a ver al ministro y como tampoco me hacía caso me fui a ver a Carrero Blanco, que veraneaba en El Puerto. Me contestó: el Canal se hace y si el ministro se opone se le destituye. Organicé una reunión en Madrid. Cuando estábamos en el Palace listos para salir el
alcalde me dice: “Han matado a Carrero”.


–¿Ahí se acabó el Canal?
–Prácticamente. Después m nombraron jefe de Carreteras para que me fuera del Puerto, que se iba a hundir. Me han llamado para
opinar del dragado y siempre digo igual: que se haga el Canal Sevilla-Bonanza.


–¿Es necesario el dragado?
–El lecho del Guadalquivir está formado por lodos. Si mantienes las márgenes no hay que dragar, pero se han aumentado al doble. Por eso hay que dragar todos los años. El agua, como el viento, no se mueve en línea recta, zigzaguea. Ahora ha encallado un barco. Y un barco que encalla no vuelve más.


¿No es de locos hacer la esclusa antes
que el dragado?
–La han hecho donde no hay que hacerla. A mí me trae sin cuidado porque yo me voy a morir pronto y feliz, pero es así.


¿Qué le parece la Zona Franca?
–Nada. El Canal tenía una zona franca más grande. Un puerto es bueno desde el punto de vista comercial cuando en él puedes manipular la mercancía y darle plusvalía, pero hay que tener en cuenta que los costes
de transporte son casi más importantes que
la propia manipulación.


–Los ingenieros se están marchando.
–Eso es bueno. En primer lugar, para quienes se van porque adquieren
experiencia. Hay que aprovecharse de estos profesionales. Ahora mismo hay 300 ingenieros de Andalucía trabajando fuera.


¿Por qué entró en política?
–Yo estaba jugando al golf en Sotogrande y me llamó el gobernador civil. Tuve que ir a verle porque si no me metía en la cárcel. Me dijo: “Quiero que te presentes a concejal por el tercio familiar”. Me nombraron delegado de Tráfico y presidente de Emasesa y otras empresas municipales. No me parecía mal porque hacía cosas para la gente. Cuando llegó Parias me nombró Primer Teniente de alcalde y diputado provincial. Podía con ambas cosas porque siempre me he rodeado de gente mejor que yo. A muchos políticos les da miedo hacerlo. Piensan que les harán sombra, pero es lo que hay que hacer.


–Le tocó ser alcalde cuando se fue Parias.
–Fue un carajal. Todo el mundo estaba en contra. Se organizaban huelgas de todo tipo. Yo no he sido nunca de ningún partido. Me parece bien que la gente lo sea, pero yo no lo soy. No quería ser alcalde si no contaba
con presupuesto para hacer proyectos. Los ministros me decían que sí pero el dinero no llegaba nunca. Al final no volví a presentarme. Yo sólo quería hacer cosas.


–Ahora pasa al contrario.

–Los políticos hacen cosas llamativas: las setas, la Torre Pelli. Por cierto, no tiene perdón de Dios que no hayan hecho nada con el tráfico. El dinero y el poder sublima a la gente. Las personas somos muy débiles. Yo también me paso a veces del límite, pero enseguida bajo. Los políticos ahora quieren
triunfar y vivir de los cargos. Yo me fui y no me ha pasado nada. El político profesional pasa por lo que sea para quedarse. Si un alcalde no triunfa, que venga otro. En política hay que tener generosidad: trabajar
para los demás, no para subir tú.


–¿Qué le parece Zoido?
–Debe ser el alcalde de todos. Más de los pobres que de los ricos. Eso se le olvida. Está ocupado en sus cositas. Tiene que organizarse y dedicarse a cosas importantes. En la Junta pienso igual: el curriculum de la presidenta es para echarse a llorar, pero es la presidenta, no ha hecho nada bueno pero tampoco nada malo todavía. Eso ya es fantástico. Hay que apoyarla hasta entonces.


–¿Cuál debería ser la prioridad política
municipal?

–Los ciudadanos. Hacer que vivan lo más cómodamente posible. Y gestionar bien los servicios, tanto los que dependen del ayuntamiento como los que no.


–¿Cómo ve Sevilla?
–Es una ciudad un poco cachonda, pero es especial, se eso no cabe duda. Aunque suene grandilocuente debería ser el centro del Sur de Europa. Debemos fomentar las relaciones exteriores y potenciar la universidad y la
innovación, que es la manera de conectar con las empresas extranjeras, sobre todo en tecnología y la energía. Y después está el tema de las tecnologías de la información. No podemos dejarlo pasar.


–¿Por qué la tradición empresarial es tan
escasa en Sevilla?
–El andaluz es inteligente y simpático, pero
se esfuerza lo justo. Tiene cualidades para la cultura y la sociabilidad. Seamos realistas: si no tenemos condiciones industriales contratemos a gente que sepa. Hay que saber
del campo en el que te mueves, pero no es necesario ser un experto. Sí debes saber a quién contratas y pagarle más que a ti.


–¿La estructura de la sociedad sevillana
ayuda al progreso de la ciudad?

–La estructura social de Sevilla juega en su contra. Es cerrada. Limita. En la vida no hay que poner límites a la gente. Sólo se vive una vez y no te puedes andar con chorradas. Yo tengo un nieto de 13 años y le digo que estudie lo que quiera. Si trabajas en algo que te gusta te parece que no trabajas. Tampoco hay que tener ambiciones tontas: ¿para qué quieres tener un yate, si es un coñazo? Cuantas menos cosas tengas, mejor.

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«HAY QUE PENSAR EN CÓMO REDISTRIBUIR LA RIQUEZA QUE SE GENERA EN LAS REDES SOCIALES»

José Pérez de Lama, en un momento de la entrevista. 
/ JUAN CARLOS VÁZQUEZ

Entrevista a José Pérez de Lama Halcón por Luis Sánchez-Moliní para ‘Diario de Sevilla’

El perfil

La pinta de José Pérez de Lama Halcón (Sevilla, 1962) bascula entre la del profesor Bacterio y la de un personaje de la Bohème. En su caso, el hábito sí hace al monje, porque este arquitecto y profesor en la ETSA de la Hispalense pertenece a ese grupo de extravagantes, pioneros y visionarios que unen tecnología, urbanismo, cultura, ecología, economía y movimientos sociales para pensar en una ciudad más habitable. José Pérez de Lama es miembro también de la cofradía de los ‘modernos’ enamorados de Sevilla, aunque desde muy joven viajó por todo el mundo debido al empeño de su padre, el ingeniero de Caminos homónimo (que fue alcalde de Sevilla y presidente de Pineda), de “convertirme en una persona cosmopolita”. Realizó su tesis doctoral sobre Los Ángeles, participó en el equipo que diseñó la bioclimatización de la Expo y fue fundador y miembro de hackitectura.net (que experimentaba con las relaciones entre el mundo multimedia y la arquitectura). También ha sido pionero en la Universidad de Sevilla en la investigación de construcción digital, para muchos el futuro de la arquitectura. Es autor de los libros Devenires cíborg. Arquitectura, urbanismo y redes de comunicación (2006, Universidad de Sevilla) y Cartas Shanghainesas (2011, Lugadero).

“Hay que pensar en cómo redistribuir la riqueza que se genera en las redes” 

 “Hay que pensar en cómo redistribuir la riqueza que se genera en las redes” 

–¿Quién es esa señora tan elegante de la imagen?

–Es Augusta Ada Byron, más conocida como Ada Lovelace. Fue un personaje muy curioso, hija de Lord Byron, y pionera de la informática junto a su amigo Charles Babbage, el inventor del primer ordenador, la máquina analítica. Ada Lovelace, que era matemática amateur, concibió la idea del software, el que un aparato no tuviese que hacer siempre lo mismo, sino que, con unas tarjetas, se podía programar para distintas funciones. Digamos que es algo así como la patrona de las mujeres tecnólogas. En 2003, con las movilizaciones en la Universidad contra la Ley Wert, llevamos esa imagen junto a otros personajes: Cervantes, Curie, Kafka… 

–¿Y el chester donde se sienta?

–Mi madre, que es muy generosa y me hace muy buenos regalos.

En los 90, las redes eran más libres. Ahora están dominadas por cinco grandes corporaciones

–Como arquitecto y profesor, usted siempre ha estado muy atento a la tecnología.

–Lo intento. Llevo más de 20 años tratando de relacionar la arquitectura con unas tecnologías digitales que están afectando profundamente nuestras vidas. En su día, a finales de los noventa, me influyeron los argumentos de Manuel Castells, quien observó cómo se estaba pasando de los espacios de los lugares a los espacios de los flujos.

–¿Espacios de los flujos?

–Sí, por un lado está todo ese movimiento de información y personas por el mundo. Pero también hay que tener en cuenta que los bits están ubicados en un lugar físico: en un centro de datos, en un chip, van por una red… Esos sitios los tiene que diseñar alguien pensando en la buena vida, en la autonomía de las comunidades, etcétera. Ingenuamente, el grupo al que pertenecía junto a Sergio Moreno y Pablo DeSoto , hackitectura.net, pensábamos que éramos arquitectos de esos espacios de los flujos. 

–Con el paso del tiempo y según lo visto, ¿se considera un tecno-optimista o un tecno-pesimista?

–Yo me he enamorado varias veces de las redes y los ordenadores, y siempre ha habido una decepción. Aparte de esa broma, me considero un tecno-crítico. En hackitectura.net pensábamos que la tecnología brindaba una oportunidad de construir otra sociedad. En los 90 las redes eran mucho más libres, cualquiera se podía montar un servidor, estaba en auge el software libre… Todo era fascinante, extraordinario… Después vino un cierre muy preocupante y pasamos al estado actual en el que un puñado de corporaciones dominan la red: Google, Amazon, Facebook… Es cierto que Google, por ejemplo, nos ofrece muchas cosas, pero también contribuye a la precariedad y se nutre de todos nuestros datos, con los que no sabemos muy bien qué están haciendo.

–¿Nos están vampirizando?

–Ese es un término muy querido por Marx. Estas grandes empresas están capturando el valor generado por la cooperación social para ganar muchísimo dinero. Mientras tanto, aumenta la precariedad de sus usuarios. Hay que pensar en cómo redistribuir la riqueza que se produce en las redes. 

–Ha citado a Marx. Veo que tiene una de esas huchas irónicas con la cabeza de Marx… Das Kapital.

–Me gusta leer a Marx, aunque sólo sea por cultura general, pero no soy marxista, más bien soy guattariano, por Félix Guattari, el psicoanalista y filósofo francés, que tiene una visión mucho más compleja de las cosas.

–Uno de los proyectos en los que ha trabajado con hackitectura.net fue el de la Wikiplaza. ¿En qué consistía?

–Pensábamos que el espacio público tenía una capa nueva: lo digital. Aparte de las piedras o los cuerpos de las gentes, están los datos y los flujos electrónicos que hacen que sucedan nuevas cosas que antes no sucedían. Planteábamos que la gente participase en la construcción de esa capa digital. Trabajamos en un concurso que hubo en Sevilla, la Plaza de las Libertades, en Santa Justa. En colaboración con Pepe Morales y Sara de Giles, e intentamos ver cómo podíamos aumentar la participación en ese espacio público…

El desarrollo de infraestructuras verdes, renovables y sostenibles es una oportunidad económica

–¿Una especie de Smart City (ciudad inteligente)?

–Sí, pero una smart city más colaborativa, producida desde el movimiento asociativo, no desde Google o la empresa que sea. En definitiva, la Wikiplaza era un espacio que se construía como la Wikipedia, de una forma colaborativa. Intentábamos transmitir la idea de que el espacio público no es algo que simplemente está, sino que se construye con actividades, con gente, eventos… Finalmente, el proyecto de la Plaza de las Libertades no salió, pero lo modulamos y lo aplicamos parcialmente en otros lugares: un Media Lab (laboratorio multimedia), un estudio portátil de televisión, unos sistemas de proyecciones urbanas (que ahora ya no me gustan tanto)… Estos proyectos los llevamos a la Plaza de la Bastilla de París, San Sebastián, Cáceres…

–¿Qué más hicieron en hackitectura.net?

–Proyectos como Indymedia Estrecho (2003-2007), Fadaiat (2004-2005), Mapping the Commons (2010-11). Estos y otros trabajos de fueron expuestos, entre otros lugares, en el ZKM de Karlsruhe, el LABoral Centro de Arte y Creación Industrial de Gijón y el Museo Nacional de Arte Contemporáneo en Atenas. Recibimos diversos premios internacionales.

–Antes de todo esto, siendo muy joven, en 1987, trabajó con López de Asiaín en la bioclimatización de la Expo 92.

–Sí, colaboré en la redacción del capítulo sobre Acondicionamiento bioclimático de los espacios abiertos del Plan director para la Expo. Fue algo pionero a nivel mundial: Sevilla produciendo vanguardia tecnológica a tope. Colaboramos también con ingenieros como Servando Álvarez, Ramón Velázquez, Valeriano Ruiz… Después me fui a Los Ángeles a seguir estudiando sobre estos asuntos con Baruch Givoni, una autoridad mundial en las relaciones entre el clima, la arquitectura y la ciudad.

–Parece que, pese a que Sevilla fue pionera en la bioclimatización, no hemos terminado de asimilar la lección.

–Ahora ha sido muy interesante el debate que se ha producido por el calor en algunas escuelas públicas. Pese a que la opción de los padres en un principio era colocar sistemas de aire acondicionado –lo que significaba colaborar al aumento de las emisiones y, por tanto, con el calentamiento–, se ha visto finalmente la necesidad de repensar estas infraestructuras desde la tradición constructiva local: sombra, muros gruesos… Ahora hay muy buenos arquitectos en Sevilla en esta materia, como Gabriel Verd. En Estados Unidos se habla desde hace ya años del New Green Deal: el desarrollo de infraestructuras verdes, renovables y sostenibles permitirá un nuevo periodo de prosperidad; es una oportunidad económica. Piense lo que supondría rediseñar la ciudad, mejorar la sostenibilidad de los edificios, cambiar los sistemas de energía…

–¿Cómo debe ser una ciudad?

–Soy de los que piensan que el modelo más adecuado es el mediterráneo, pero adaptado a la contemporaneidad. Es decir, una ciudad densa y compleja.

–¿Densa y compleja?

–Frente a la ciudad difusa, como Los Ángeles o Houston, con muchos chalets, centros comerciales y carreteras, está la ciudad como nuestro centro histórico o Los Remedios, en la que se usa el suelo de una manera más racional. Además genera complejidad; es decir, acoge muchos usos y actividades que se cruzan y enriquecen: comercio, residencia, ocio… El gran debate de hoy en día es cómo entre todos construimos una ciudad que no sólo sea bonita, con sus árboles y sus calles bien trazados, sino que sea accesible para todos y que tenga un buen metabolismo urbano…

–¿Metabolismo urbano?

–La ciudad debe saber solucionar problemas como la basura que produce sin convertirse en un problema ambiental, sin exportarla fuera de sus límites. 

–Ha hecho una tímida reivindicación de Los Remedios. ¿Es eso una provocación?

–Existe cierta reivindicación de Los Remedios por lo que hablábamos antes, por su densidad y su complejidad. El paso del tiempo ha influido mucho. 

–Una de sus últimas obsesiones es la fabricación y la construcción digital. Veo que tiene aquí una pequeña impresora 3-D.

–En este asunto empezaron arquitectos como Frank O. Gehry, que para hacer las piezas de edificios tan complejos como el Guggenheim de Bilbao, las diseñaban digitalmente y, luego, las fabricaban en máquinas de la industria aeronáutica o automovilística. Se ganaba en precisión, ahorro y rapidez. De ahí se llegó a la idea de que los ordenadores podían construir edificios. En la Universidad de Sevilla creamos un curso de libre configuración sobre esta técnica pionera y, cuando la Escuela de Arquitectura empezó a comprar maquinaria, Manuel Gutiérrez de Rueda y yo montamos el FabLab (el laboratorio de fabricación digital). Esta impresora digital que tengo aquí en casa imprime objetos pequeños de plástico, pero estamos hablando de una tecnología que puede llegar muy lejos.

–¿Cómo de lejos?

–En California y China hay gente que ya está imprimiendo casas con hormigón. A Norman Foster, la Agencia Espacial Europea le encargó un diseño para imprimir casas en la luna aprovechando los áridos de allí. Figúrese lo que costaría llevar el hormigón de la Tierra a la Luna…

–Una curiosidad, ¿por qué tiene tantas sillas diferentes?

–Las sillas son pequeños fetiches para los arquitectos. Son como pequeños edificios; tienen que ver con la belleza, la comodidad, la ergonomía, la construcción… Algunas de las que ve son de Ikea de 10 euros, pero esa otra es la llamada Aeron y fue diseñada por Herman Miller. Dicen que la gente de Silicon Valley suele exigir en su contrato que su silla de trabajo sea esta. Tiene muy buen diseño y es muy sana para la espalda, pero es cara. Es un lujo que me permití. 

–¿Y ésta en la que estoy sentado?

–Es diseño de Charles & Ray Eames, que eran unos de los más importantes diseñadores norteamericanos de los años cincuenta. Ellos aplicaron la tecnología de la madera laminada a la fabricación de muebles.

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