Autor del libro: Publio López Mondéjar
Editorial: Lundwerg
Nos encontramos ante una obra increíblemente bien documentada, exhaustiva y de gran rigor en la que se narran las vicisitudes sociales, económicas y políticas que acompañan la práctica de la fotografía en nuestro país desde su nacimiento hasta nuestros días.
El volumen (realmente voluminoso y de gran peso, no apto para leer en la cama) se encuentra dividido en tres grandes bloques, constituyendo cada uno de ellos un libro anteriormente editado por Lundwerg:
-Desde el daguerrotipo (hacia 1830) hasta el final del siglo XIX,
-Desde el umbral del siglo XX hasta el final de la Guerra Civil, y
-Desde la muerte de Franco hasta el nuevo milenio.
El nacimiento de la fotografía significó un revulsivo social con una mescolanza de adjetivos brillantemente descritos por Antonio Muñoz Molina en el prólogo de la obra: oficio artesanal, sugerencia de brujería, monstruosidad de feria, forma exacta del presente que se va volviendo pasado lejano (Baroja), testimonio y creación.
Esta mescolanza descriptiva queda perfectamente narrada en el libro de Mondéjar. Se narra el advenimiento de los primeros autores a nuestro país, el uso de la fotografía inicialmente por la burguesía acomodada (los daguerrotipos eran caros), la posterior popularización con su abaratamiento, y las prácticas aceptadas. La más extravagante, sin duda, fue la fotografía de difuntos, muy documentada gráficamente en el libro. Esta práctica se encontró sin duda arraigada con el deseo de permanencia y ratificación del yo que siempre acompaña al ser humano desde su nacimiento. Pirámides, menhires y pinturas, por poner un ejemplo, nos hablan de esta manía humana, del horror que nos inyecta el pensamiento de la muerte.
Uno de los capítulos más interesantes es, sin duda, el que nos cuenta la intensa relación de amor-odio entre la fotografía y la pintura. Inicialmente, la fotografía desplazó a los pintores retratistas (y sobre todo miniaturistas), que no tuvieron más remedio que pasarse al medio fotográfico. Posteriormente los fotógrafos consagrados, aunque lo intentaron por activo y por pasivo, no consiguieron el reconocimiento artístico conferido por la sociedad (más bien por el mercado) a la pintura.
Los primeros años de la fotografía artística fueron una copia burda (composición, poses, luces) de la pintura. Pero todas las escisiones posteriores (documentalismo, realismo…) en busca de una propia identidad han seguido manteniendo ese rechazo social de la fotografía como “arte”, aunque la lucha continúa en la actualidad.
Para Mondéjar, en España ha existido además una ceguera oficial que no llegó a entender nunca la importancia cultural, económica o industrial de la fotografía.
Contrasta sin embargo esa postura con la de los aficionados, cuyo número crece espectacularmente desde 1880. En 1900, existen unos 1000 en Madrid y 3000 en Barcelona.
También proliferan las asociaciones fotográficas. En 1899 nace la Sociedad Fotográfica de Madrid (posteriormente Real Sociedad Fotográfica), perteneciendo sus 140 socios iniciales a la élite social (20 eran nobles, como el Conde de Agüera, Marqués de Elduayen, Marqués de Riscal…) y el resto pertenecían a las élites económica, castrense y política).
Otro hito importante de la fotografía se vive en 1920, decayendo drásticamente el retrato de galería, coincidiendo con la popularización de la fotografía y la llegada de las primeras cámaras de Kodak.
En 1931, con la implantación de la República, se produce un crecimiento del periodismo gráfico, reproduciendo el libro interesantes obras de la época.
En resumen, nos encontramos ante una obra ambiciosa que describe minuciosamente costumbres, autores, ambiente económico y cultural y su influencia en el mundo fotográfico español, sin olvidar una nutrida muestra gráfica de primer nivel que hará las delicias de todos los amantes de este fenómeno social.
Solo echamos de menos una (creemos) necesaria mención al fenómeno digital y a la proyección popular que ha significado para la fotografía la implantación de Internet.
Los 139 millones de cámaras digitales (sin contar las de los teléfonos móviles) que fueron vendidas en 2010 con un crecimiento interanual (en plena crisis mundial) del 7,4%, son datos que hablan por sí solos. Existe un “hambre social” por la fotografía más fuerte que nunca. Somos consumidores compulsivos de imágenes. Pero es necesario analizar la correlación del nivel cultural actual con esa avidez social. Con otras palabras, sería bueno saber si la fotografía actual crea o destruye cultura, cómo y porqué.
Benito Rodríguez Mallol