Por: Antonio Aradillas
Desde que, “venido del otro lado del mundo”, un tal Jorge Mario Bergoglio, por más señas, cardenal arzobispo de Buenos Aires, se “rebautizara” pontificalmente con el sobrenombre de FRANCISCO, apenas si han transcurrido un puñado de meses. El 13 de marzo del 2013 sigue estando todavía “a la vuelta de la esquina”. Pero desde entonces, ¡hay que ver cómo se ha hecho noticia –“buena noticia”-, que es precisamente lo que quiere decir “evangelio”!.
Noticia de amor y de sencillez. De esperanza y ternura. Noticia de la Iglesia verdadera, ajena a referencias asustadizas de temores y miedos en esta vida y en la otra. Noticia universal de enorme interés para cristianos, no cristianos, indiferentes y ateos. Noticia ecuménica que transciende además las fronteras de lo religioso y se proyecta en las esferas de las relaciones humanas en sus diversos ámbitos y niveles, con agrado, lógica, sentido común, comprensión, simpatía y felicidad.
Creo personalmente que una buena parte de tan inescrutable “milagro” sociológico y religioso, se debe al hecho de su “rebautizo” como Francisco, el santo de Asís, pobre, “loco”, poeta de Dios y de los hombres, y hermano de todos, con inclusión de los elementos naturales, como el fuego, el agua, los árboles, el día, la noche, la pobreza, con mención especial fraterna hasta para el “lobo”. Pero es indispensable tener bien presente que la característica y el carisma principal del primer Francisco, el santo de Asís, fue además el de reformador- refundador de la Iglesia.
Los tiempos eclesiales, como todos los tiempos, personas e instituciones, para facilitar la consecución de sus fines, precisan, por definición, de reforma. La vida es constante y acuciante reforma. Sin ella, es muerte. La reforma, y adecuación a los tiempos y a las demandas legítimas de quienes habrán de ser sus beneficiarios, son los elementos y razones que justifican su fundación, desarrollo y presencia.
La vocación y misteriosa elección del Papa Francisco incitan irrevocablemente, y al estilo del “Papa Bueno, Juan XXIII”, a la reforma de la Iglesia y de quienes la constituimos, con su jerarquía y los laicos, “pueblo de Dios”, según la más elemental terminología teológica. La re-educación en la fe, es tarea inaplazable y urgente. Lo de “Jesusito de mi vida” y lo de las “cuatro esquinitas que tiene mi cama”, no valen ya, y menos para los hijos y nietos, aspirantes a ser y a ejercer de cristianos conscientes.
Adentrarse en la vida del Papa Francisco, en sus gestos, doctrinas y comportamientos, es apostar y comprometerse con el nuevo –eterno- estilo de pertenencia a la Iglesia, teniendo rigurosamente en cuenta que lo “religioso” lo será de verdad, cuando la preocupación efectiva por el prójimo –la caridad- sea su determinante esquema y programación.
Disculpen mi referencia personal, pero en mi nuevo libro titulado AUTOBIOGRAFÍA SOÑADA DEL PAPA FRANCISCO, es posible hallar sugerencias y argumentos para satisfacer la necesidad de conocer a este Papa y descubrir su vivencia de Iglesia , convertida felizmente hoy en tan universal y frecuente “buena noticia”.