
BIOGRAFÍA DE JOSÉ LUIS MARTÍN
José Luis Martín, periodista y escritor, es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Técnico de Radiodifusión. Ha sido director de la revista de información general “Guadiana” y la de economía “Bolseco” y redactor-jefe del periódico “Pueblo” y de la revista ·Sábado Gráfico”, entre otras publicaciones. Fue Jefe de Prensa del Instituto Nacional de Meteorología, con anterioridad dirigió los Servicios Informativos de las direcciones generales de Correos y Telecomunicaciones.
Como escritor ha publicado novelas como “La caricia del Murciélago”, abriendo la colección de Letras Hispánicas del Grupo Libro. En esta misma colección tiene “La vida del Santo Diamantino Repulgado”. En la editorial Bitácora “Cáñamo para un violín”. Es asimismo autor del libro de entrevistas “Banquillo para quince curas”, y de las novelas “El sabor de la carne”, “Lanzarote cuento a cuento”…
Como narrador de cuentos ha obtenido diversos premios, Confederación de Cajas de Ahorros, Familia Española, etcétera.
MEJOR POESÍA DE JOSÉ LUIS MARTÍN
Homenaje del pueblo de Periana a José Barroso en el primer aniversario de su muerte
(27 – IV – 1930 / 7 – I – 2000)
POR ÉL SE CONSTRUYERA EL CIELO
A un sacerdote llamado José Barroso
Aunque sólo un hombre hubiera existido
que con amor por el cielo preguntara
y en su zurrón trajera
aún los trozos del corazón
que no ha repartido,
por él, si no existiese,
Dios se inventara;
si no hubiera cielo, se construyera;
si no, la gloria se fundara.
¿Puede la nada negarse,
puede la existencia no reconocerse,
podría defraudar tanto el alma humana?
Dios es lo próximo, lo cercano,
aquello que tengo al alcance de la mano;
que puedo tocar, sin darme cuenta,
que puedo ver, sin yo saberlo.
Dios me acurruca con el viento que sopla,
con la caricia de la brisa.
Me moja con el agua de lluvia,
me tiñe con los copos blancos de la nieve.
Dios es cuanto sé,
lo poco,
y cuanto no sé,
lo mucho.
Es mi piel, mi aliento,
mi corazón, mi alma.
Lo siento, lo lloro,
lo río, me alegro,
me entristece;
es el color, es la luz.
Dios no aparece y desaparece,
no es un sueño inconsciente,
no es el miedo que nos desampara,
es la realidad viva;
llama que calienta el alma,
sopor que mitiga la herida,
camino que nos muestra el fin,
la vida cuando termina.
Dios no me confunde, que yo soy el caos;
soy el turbio cristal ciego, el instinto sin medida.
Es mi Dios el compendio
donde espero la riqueza de su Amor,
la dulzura de su paternidad,
la sonrisa de su alegría que por igual
inunde todos los poros de mi alma.
¿Quién soy yo sin mi Padre?
¿Podría, huérfano, encontrar el cielo?
¿Qué es el cielo?
¿Dónde está, Padre, el cielo?
El cielo es la herida profunda
donde se pierde el dolor
y se recupera el dulce letargo
de la felicidad completa.
Para hacer tabla rasa con tu vida,
que se escapa por la espita de mil enfermedades
(no mueres de una, sino de la suma de todas),
repartes generoso tu mundo,
espiga que al fuego consume.
Unos pocos libros,
un misal sobado,
una butaca añosa,
un cáliz de plata gastado
y tanto dinero,
que con él no pudo comprarse
la sábana con la que te amortajaron.
Regalaste tu vida paso a paso,
así hasta el postrer suspiro
donde, consumido y esperanzado,
miraste de ansia el firmamento,
la infinita entelequia,
el don que ampara generoso
la utopía del hombre convencido.
Se abrió el cielo al fin,
cánticos de Gloria
catarata de Amor.
La Luz saludó
tu memoria.
MEJOR POESÍA EN LENGUA ESPAÑOLA, SEGÚN JOSÉ LUIS MARTÍN
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ, por Miguel Hernández
(En Orihuela, su pueblo y el mío,
se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero
(1 0 de enero de 1936)