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FRANCISCO HIGIENIZA LA IGLESIA

El Papa Francisco

Por Antonio Aradillas

Tristes, tristísimas y lacerantes preguntas se formulan los exalumnos del colegio-seminario de La Bañeza y de Astorga “decepcionados tras la sentencia contra el sacerdote Ramos Gordón, quien fue el que cometió los “abusos”, sin afectar para nada a quienes los consintieron durante años tan largos, con más o menos aquiescencia. Y la pregunta es esta: “pero ¿qué es lo que tiene, o no tiene, que hacer un cura, o alguno de los miembros de su jerarquía, para que los excomulgue la Iglesia”?

A quienes la formulan, padecieron, y siguen padeciendo,  las consecuencias inherentes al término “abuso” que, en conformidad con declaraciones y testificaciones, también judiciales, su sola enunciación haría chirriar de asco y de dolor  todas y cada una de las sílabas que componen las palabras de esta información, es posible que les sean de utilidad y consolación mis apreciaciones, urgiendo destacar que algunas de ellas fueron vividas en carne propia y hasta sus penúltimas consecuencias.

  • Lo importante para quienes representaban, y siguen representando, a Nuestra Santa Madre la Iglesia, era y es, que se crea y practique que ellos, solo ellos, y por su “sagrada” condición, son siempre, y en todo, santos, a la vez que los demás –laicos y “sacerdotillos”, son de por sí, “pecadores”.
  • Lo que por encima de todo es preciso –imprescindible-  cuidar y salvar, es el buen nombre de la institución, en este caso, la Iglesia y la curia, por lo que la prensa, “impía y blasfema” por más señas, habrá de rendirse a sus pies a perpetuidad con sus “prudentes” silencios o “inocentes” informaciones, que no enturbien la buena “fama” aureolada de adjetivaciones protocolarias canónicas o litúrgicas.
  • El daño moral, sicológico y religioso, irreparable la mayoría de las veces, causado por educadores o “pastores” de la Iglesia, interesó poco o nada. Aún más, con los siete sellos bíblicos se les cerró la boca a las víctimas, condenándolas en esta vida y en la otra, en el inverosímil caso de que se les escapara algún comentario y pudieran hacerse públicas algunas de las indecentes e innobles fechorías por ellos cometidas, a veces, poniendo a Dios por testigo de que, “lo que ellos hacían, o consentían, no era malo”…  
  • Resulta increíble que, por ejemplo,  sabedores determinadas autoridades episcopales,  de la redomada y viciosa  inclinación hacia la pederastia  de cierto sacerdote,  su “castigo” se limitara  a procurar su traslado  a otra actividad “pastoral” y, en un caso concreto, mientras no dispusiera  de casa propia  para la familia,  se le facilitara y acondicionara  su estancia en el internado  de un colegio  de monjas  dedicadas a la enseñanza…El colegio en cuestión, como tantos otros, disponía de otra perta por la que tenían acceso las niñas que entonces pertenecían a  la clase de  “gratuitas”.
  • Tal y como literalmente se ha referido por parte de algún miembro de la jerarquía de que “gracias a Dios prescribieron determinados procesos”, los comentarios que a esta “satisfacción” se han hecho y se harán, enrojecerán de vergüenza la faz de aquellos cuyas cabezas siguen coronando las cornúpetas mitras. A Dios no es posible “darle gracias” por la perdularia pereza burocrática que, más o menos interesadamente, inficiona el ritmo de ciertos procesos de carácter eclesiástico.  Precisamente habrá que pedirle perdón por tal dejadez que perjudica a la justicia y al bien integral de los débiles o pobres. En resumidas cuentas, y contestando a parte de la pregunta formulada por las víctimas de los abusos sexuales, en la determinación de no excomulgarlos de la Iglesia, la hipocresía, la “buena fama” y el “buen nombre de la institución”, fue lo que activó los resortes humanos y divinos para impedirlo.
  • La nueva y sacrosanta disciplina pastoral higienizadora, inaugurada por el papa Francisco en relación con la que él mismo llamó “cueva del clericalismo”, contribuye ya a contestar cuantas preguntas legítimas se formulan las pobres victimas de las acciones o de los silencios culposos de quienes se revisten de ornamentos y de títulos que, en ocasiones, hasta rondan las irisaciones purpúreas. 

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‘FRANCISCO, EL PAPA REFORMADOR’

Papa Francisco

Por María José López de Arenosa

Francisco, el papa reformador

Autor: Antonio Aradillas

Editorial Sial Pigmalión

319 páginas

En el colegio Valdeluz, en cuya capilla el sacerdote y periodista Francisco Aradillas oficia su misa dominical de las 9 de la mañana, se presentó el libro Franciso, el papa reformador.

El coloquio lo abrió José Manuel Vidal, director de Religión Digital, quien destacó que la misericordia como lema y bandera del pontificado de Francisco, lo es también de Aradillas.  Por su parte, el presidente de la editorial Sial-Pigmalión, Basilio Rodríguez Cañada, destacó que Aradillas es un hombre original, creativo y provocador con una gran capacidad de trabajo para abordar una enorme variedad de temáticas, siempre con una profunda labor de investigación.

Oficiaron como maestros de ceremonias los periodistas Raúl del Pozo y José María García, antiguos compañeros de profesión Antonio Aradillas en el diario Pueblo.

Como no podía ser de otra forma, teniendo en cuenta la personalidad del autor del libro y de sus padrinos, además de hacernos pensar sobre el papado de Francisco I y los problemas que afronta, fue un acto divertido y ameno.

La presentación se hizo en un formato de entrevistas, alternándose los dos presentadores quienes echaron la vista atrás a la redacción de Pueblo, donde los tres coincidieron con figuras legendarias como Yale, Tico Medina y Amibilia, amén, claro está, del propio Emilio Romero, su director.

Presentación libro

José María García, tras declarar su condición de católico, destacó que Antonio Aradillas es un «tipo diferente, valiente y con duende».  Su único desliz, dijo, «fue casarme a mí», lo que le llevó a dudar durante un tiempo de la validez del vínculo.

– En Pueblo, recordó-, había una disputa entre los redactores por hacer buenos titulares, que engancharan al lector «y en esto Aradillas era un artista».  Aradillas se ganó el respeto y el cariño de toda la redacción. Destacó asimismo su valentía, reflejada en toda su trayectoria y en este libro en particular, Francisco, el papa reformador.   «Gracias, por casarme», le dijo.

También Raúl del Pozo tuvo un recuerdo para Pueblo. «Un Mayflower de todas las esperanzas, con nuestro cura maravilloso lleno de talento y de fe que ha escrito más que el Tostao». Es muy difícil ser ateo -dijo el columnista de El Mundo–  viendo la grandeza de la Creación y ser creyente también lo es.  Describió el libro de Aradillas como una enmienda a la totalidad. Con todo el respeto a la Iglesia- dijo-, Europa es el resumen de Atenas, Jerusalem y Roma. Somos hijos de la piedad y del ateísmo y, por tanto, de la contradicción.

Destacó, cómo la mentalidad de Aradillas y su clamor por la necesidad de una refundación de la Iglesia, conecta muy bien con la mentalidad del papa Francisco. «Lo que más me asombra de Aradillas es su fe», dijo.

A la pregunta de Raúl del Pozo de cómo se están nombrando hoy los obispos, el padre Aradillas que lo primero es ser dócil.  «Si un obispo supiera por qué ha sido nombrado obispo, tendría que dimitir».

«Lo que me inquieta de este papa es lo mucho que gusta a los ateos», dijo en un momento dado, Raúl del Pozo.

En cuanto a los rituales de la Iglesia, el padre Aradillas que el origen de la mitra papal es pagano, viene de Mitreo.  «Con una mitra en la cabeza y un báculo en la mano es imposible discurrir», dijo.

Una constante en la denuncia de Aradillas en el funcionamiento interno de la Iglesia son la burocracia, el carrerismo, el amiguismo y los intereses de cada congregación o grupo.  En su funcionamiento externo con la sociedad, destaca «las alianzas con el poder estatal, político, económico o social hasta las cumbres de los llamados “Estados Pontificios”». Y tema omnipresente en sus escritos, desde los años sesenta es el del papel de la mujer en el seno de la Iglesia. El papa Francisco, en su opinión, no ha pisado el acelerador en las reformas y algunas, como la participación de la mujer, están en el limbo.

No faltaron preguntas al tema del momento: la postura de la Iglesia catalana respecto al «derecho a decidir. «Jesucristo aparece haciendo desaparecer fronteras. Nunca aparece como patriota. Aparece como humanista y, sobre todo, como humanitario».

Expresó su rotundo “no” a los palacios episcopales y al infierno en que se nos ha educado.  Durante la charla se recordaron, asimismo, algunos episodios difíciles de su vida eclesiástica, como la suspensión a divinis o la demanda por su libro Juicio a los tribunales eclesiásticos. Fue Gregorio Peces Barba quien le defendió. «Cuando ganamos me preguntó: Antonio, ¿por qué estás triste si hemos ganado? Pues precisamente, por eso: porque hemos ganado».

Las preguntas y respuestas del público animaron el acto, que finalizó con un sonoro aplauso y los saludos a los asistentes con la cordialidad y simpatía que caracteriza a Antonio Aradillas.

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SANTA SONRISA

Por Antonio Aradillas

Por fin, y gracias sean dadas a Dios y a todos –ellos y ellas-, los santos inscritos en las páginas, oficiales y oficiosas, de los devotos “Años Cristianos –Santorales o Años Litúrgicos-, da la impresión de que estos se han de enriquecer en el futuro con los daros personales de Albino Luciani –Juan Pablo I en el nomenclátor pontificio, conocido y sentido popularmente como “el Papa de la Sonrisa”. Se dice que el inicio del correspondiente proceso de beatificación pende de la comprobación de un “milagro” atribuido a su  intercesión, lo que justificaría tan largos y procelosos trámites de la burocracia  curial. No se le oculta a nadie que en este caso, tales “diligencias” no habrían de acelerarse como lo fueron en otros casos, con mención específica para el “santo súbito” de su sucesor como obispo de Roma. Es que, -hay que comprenderlo-, a no todos los aspirantes a santos se les facilitan, por igual  y de modo idéntico, las posibilidades de llegar a serlo…

  • El capítulo de las beatificaciones-canonizaciones está pendiente de reformas profundas  hoy en la Iglesia. Posiblemente es este uno de los más urgentes, y lo es, tanto por la importancia evangelizadora  que ejerce este culto en la piedad popular con su  mediación-intercesión y ejemplos de vida, como  por tantos abusos como hoy se conocen con detalles y documentos fiables. Sería preferible dejar en paz a quienes “se durmieron en el Señor” y ya está, sin otra exigencia que la de “descansar” en sus brazos, al margen de politiquerías  y vanidades de Órdenes y Congregaciones Religiosas,  fundaciones o   movimientos llamados de “espiritualidad”.
  • Hoy se está ya “al cabo de la calle” de pensar que las promociones para santos y santas  responden única o fundamentalmente  a razones sobrenaturales  y no a otras muchas “terrenales”, sin descartar hasta las  económicas. Las inversiones en dinero contante y sonante que hay que efectuar para que alguno  de los  miembros de la comunidad  religiosa, representante o ejerciente de su espiritualidad  y forma de vida “alcance el honor de los altares” son conocidas  y valoradas  con IVA o sin IVA. Por poner un ejemplo, el mismo pueblo de Roma  y sus peregrinos  conocen la  “categoría”  terrenal –social o económica- del “canonizable, la noche  de la víspera, en proporción a los “fuegos artificiales” que anuncian tan feliz acontecimiento, corroborado  en la ceremonia  por el número y riqueza de  mitras episcopales de los asistentes.
  • El pueblo- pueblo –“fiel y creyente”- fue quien elevó “al honor de los altares” a sus santos, hasta bien entrado el siglo X, que fue cuando los obispos acapararon para sí tal menester “en evitación  de posibles “abusos”, sin pensar que llegarían épocas en las que tales abusos, precisamente episcopales y pontificios, superarían con creces, poder y dinero  a los populares… La historia es historia y así se escribió, y se sigue escribiendo, pese al ordenamiento establecido  en 1588 por el papa Sixto V.
  • El poder –señores, reyes  y emperadores–, el dinero, “estrategias eclesiásticas”, influencias, amiguismos, agradecimientos, “milagros” con sus sucedáneos, preponderancias de unas Órdenes o Congregaciones Religiosas sobre otras… engrosaron con infeliz  y desdichada frecuencia  páginas y páginas de los  santorales, que a grito abierto  demandan nitidez, limpieza, abstersión y reparación, ante propios y extraños.
  • Por lo visto, y por lo que respecta a Albino Luciani, ex patriarca de Venecia, elegido papa con el nombre de  Juan Pablo I el día 26 de agosto, y certificada su  muerte “de un ataque al corazón” el 26 de septiembre   del mismo año, le faltan unos datos relativos  al milagro que precisa  para que el correspondiente dicasterio romano   eche a andar el proceso  de su beatificación, a cuyo término llevó ya una buena parte del pueblo de Dios, sorprendido ante tantos misterios  como rodearon su muerte, y que jamás acallaron los silencios y las explicaciones  sobre la misma.
  • Para iniciar y concluir su beatificación, al papa Juan Pablo –el “Brevísimo”- le sobran milagros. El denso, tupido y majestuoso velo de silencio que rodeó  su pontificado y su muerte, es de por sí un milagro y un testimonio de vida.
  • Otro milagro, tan espectacular como el anterior, fue y es el de su sonrisa. En los tiempos actuales, y siempre, su sonrisa fue, es y será un  sempiterno y ejemplarizante   milagro. Cualquier otro milagro en relación con enfermedades, de los que se registran y analizan, y a los que los dicasterios –Congregación de las Causas de los Santos-  admite como válidos, no tendrá tanta consistencia y evangelio como la sonrisa.
  • Dejo a los lectores la difícil opción litúrgica de colocar al santa papa Luciani, en el florilegio de los “confesores”, los “mártires”,  o en el de los pontífices romanos sin más, destacando, eso sí,  en él, su condición  de hombre bueno, ignorado, que no  ignorante, humilde,  e inmalipulable. Y es que en la curia romana ha cabido todo o casi todo. Hasta el mismo misterio-milagro de la triste y resignada sonrisa.

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El NUNCIO, LOS OBISPOS Y EL PAPA FRANCISCO

Fuente: Infovaticana.com

Fuente: Infovaticana.com

Por Antonio Aradillas

Teológica y pastoralmente es bueno y edificante reflexionar acerca de los obispos en los tiempos recios en los que se encuentran, y nos encontramos, siempre en vísperas inminentes de que, por fin, las cuadernas de la nave de Pedro de la Iglesia, en cuya reforma está comprometido el Papa Francisco, no sufran ni quebrantos, ni aplazamientos indebidos. Los obispos son espejos, sujetos y objetos de toda reforma eclesial, y sin su entrega, dedicación y colaboración, ella sería inviable.

El sistema del nombramiento de los obispos vigente hoy en España lleva consigo, y explica necesariamente que este colectivo resulte en gran proporción anodino, soso e ineficaz, entre tantos otros de carácter civil o profesional que conforman y confirman la vida ciudadana, pese a la actividad y presencia de la gracia de Dios. Es inconcebible que a estas alturas de la civilización, del progreso y de la cultura cívico- religiosa, la participación del pueblo –“pueblo de Dios”- no se haga presente y actúe con procedimientos democráticos, y aún más, se pretenda justificar tal ausencia con falaces argumentos doctrinales.

Los Nuncios de SS. han sido, y siguen siendo, en España, padres, protectores y fautores de su episcopologio, con la ayuda y complicidad decisiva de sus asesores, cuya ideología y sentido de Iglesia reclaman ser examinadas a la luz de los evangelios, con su consecuente revisión y arrepentimientos penitenciales, por muy religiosos y teólogos que los crean y se crean.

Los Nuncios, además de la alta y misteriosa responsabilidad de los nombramientos episcopales, podrían haber aprendido ya a pronunciar los discursos de rigor en las ceremonias de la consagración en las catedrales, con esquemas y adoctrinamientos distintos unos de otros. Se limitan a decir siempre lo mismo y además, leyéndolos. El rito y la diplomacia son sus soberanos vectores. Por si algo le faltara al actual, lee las cuartillas- que no los folios-, mojándose el dedo en su saliva, antes de pasar la página, con olvido de que precisamente valiéndose de tal procedimiento fueron “religiosamente” envenenados algunos de sus predecesores en similares funciones litúrgicas.

El episcopado, tal y como es concebido, deseado y practicado por muchos, es meta, culmen y coronación de la “carrera eclesiástica”, dado que ésta, cuando no fue realmente un  ministerio”, es una profesión, oficio o prebenda, con sus dignidades, solios, mitras, báculos y emolumentos. Esto explica que el tema de las promociones y ascensos a diócesis de mayor categoría administrativa, sea tanto, o más recurrente que en otras “carreras”, con inclusión de las militares.

A las “funciones” litúrgicas “pontificales” presididas por ellos, les sobran signos, gestos y ceremonias para que los “fieles” sean educados en el evangelio, con conciencia de haber participado en actos de culto a la divinidad, y concretamente al Dios encarnado en la persona de Cristo Jesús.

En el recuento de estas ceremonias y ritos destacan los besos y abrazos de paz y de común unión episcopales, que carecen absolutamente de contenido y sentido familiar y amistoso y que rezuman hipocresía, y más si fueron y son ejecutados en rigurosa coincidencia con las normas dictadas en los manuales, y a cargo del “maestro de ceremonias”. “Dios es como un abrazo”, frase recientemente pronunciada por un obispo que ascendía a otra diócesis de más categoría, les pareció a muchos de sus ex diocesanos, una intemperancia.

Las palabras episcopales de saludos, y en su caso, de despedida, ni saben ni pueden besar ni abrazar, por mucho que medie la sagrada liturgia. Son irremediables modelos de falsedad y artificio. Pocos datos pueden aportarse de obispos que decidieron prescindir de tales “ascensos”, escudándolos todos ellos en que “tal fue y es la voluntad del Señor en beneficio de la Iglesia”.

Si para el nombramiento de los obispos, y para la permanencia en su ministerio pastoral, se les consultara a los sacerdotes y al pueblo de Dios en general, y sus respuestas fueran a la vez interpretadas como otras tantas “palabras de Dios” ¿Cuántos seguirían en sus sedes y cuantos serían removidos de ellas, para ejercer su ministerio en otras, o para su jubilación anticipada?

El rigor ético-moral en la comparación diócesis- esposa, de sus respectivos obispos, precisa urgente revisión y reforma, aprobada y establecida la ley de divorcio civil, y sin “anulación”- nulidad de los matrimonios canónicos. La formulación religiosa y el evangelio reclaman más seriedad en los símbolos –anillos- y en su aplicación catequística.

El ministerio episcopal, y su título, fueron, y son, concedidos como otros tantos pretextos y motivos personales para premiar comportamientos y favores ajenos, o al margen, de la actividad pastoral, lo que constituye una ligereza y futilidad, aunque se intente hacer intervenir en el nombramiento al mismo Espíritu Santo…

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DESPUÉS DEL PAPA FRANCISCO

francisco

Por Antonio Aradillas

Pasa el tiempo, y “por ley natural”, según unos, y “por ser esta la voluntad de Dios”, según otros, el hecho es que resulta ya congruente y comprensible que, en cristiano y en humano, se comience a pensar en la posibilidad de la renuncia- retiro, en su día, del Papa Francisco, así como en la de su ulterior beatificación-canonización, y en sus respectivas consecuencias.

. Parece claro que este Papa no esperará la hora de la muerte en el “lecho del dolor”, desgastado, o consumido por la enfermedad y los años y revestido interna y externamente de “Romano Pontífice”, tal y como hicieron sus antecesores y así piadosa y ejemplarmente lo narra la historia eclesiástica. A tiempo, cuando lo juzgue oportuno, atento siempre a la voluntad del Señor, con plena conciencia y pensando en exclusividad en el bien de la Iglesia, llegará el día en el que, sin más, decida su renuncia–retiro, sin sorpresas de ninguna clase para teólogos, pastoralistas, historiadores, futurólogos, y aún para ciertos miembros de la Curia Romana.

. El preclaro y bienaventurado gesto del anterior Papa, Benedicto XVI, será de aquí en adelante, referencia cabal obligada en las biografías pontificias, resultando extraño y hasta sospechoso e incomprensible otro proceder distinto. Llegará a ser de aquí en adelante normal para el protagonista, sus familiares, consejeros y amigos el principio de que los cargos- ministerios eclesiásticos, comenzando por el del Papa, no serán “vitalicios”, y menos con aspiraciones a dogmas de fe, o a otra calificación parecida.

. Da la impresión de que, llegado el momento de su jubilación, el Papa Francisco optará también por la “desvaticanización” de su vida, alejado de la Curia Romana y de sus “adláteres”, refugiándose en cualquier monasterio, casa de retiros o de Ejercicios Espirituales de los PP. Jesuitas, confesor o coadjutor de alguna parroquia, siempre cercano a los pobres, sin preocupación excesiva por la elección de uno u otro país, sin descartar, por supuesto, la misma República Argentina y su “Buenos Aires querido”.

. Da asimismo la impresión de que, al igual que unos –muchos- lamenten el gesto de su más que probable renuncia- retiro, otros lo celebren con salmos y cítaras, antes y después de gimotear y condolerse del “ lapsus” (sic), que sufriera el Espíritu Santo en el momento de la elección de este Papa , que con estilo y plante “franciscanos”, se empeñó en la reforma- renovación de la Iglesia, invocando con seguridad el argumento bíblico de que, pese a sus defectos leves o graves, “las fuerzas del infierno jamás prevalecerán contra ella”.

. Por fin, jubilado, y al igual que al resto de los mortales le llegará la hora de la muerte, e inmediatamente es de suponer que en la Iglesia, y fuera de ella, dada la colosal dimensión universal de su figura, el pueblo se formulará la pregunta de para cuando y cómo habrá de iniciarse el proceso de su beatificación y de su ulterior canonización. En los últimos tiempos de la historia de la Iglesia, con excepción desconfiada, sospechosa, y al menos misteriosa, de Juan Pablo I, los nombres de todos los Papas tienen ya, o están a punto de tener en el Santoral –Año Cristiano– reservado su escaño, con su festividad litúrgica y correspondientes “milagros”.

. Con el convencimiento de que la vocación del Papa Francisco no es precisamente la del “honor de los altares, previo el recorrido por los procesos curiales respectivos, es comprensible adelantarse a los acontecimientos y presagiar que la decisión hipotética de la iniciación ritual de las gestiones y ceremonias posibles, constituirá uno de los capítulos más apasionantes y discutidos de la Iglesia en los tiempos modernos. El pluralismo se manifestará con todo lustre y esplendor, y convertirá en símbolo y bandera de autenticidades eclesiales la figura y comportamientos del Papa Francisco.

. Declarado “santo”, en su día, ¿qué patronazgo le sería, oficial u oficiosamente, encomendado? ¿Acaso el de la República Argentina? ¿El de los pobres más pobres? ¿El de los reformadores valientes y audaces? Soy de la opinión que personalmente se conformaría con patronear desde el cielo algún equipo de fútbol, tal vez con el sobrenombre de “santo”, y a tantos seguidores que en todos los campos del mundo se acogen bajo sus colores, que cantan sus himnos y que disfrutan, o sufren, con sus triunfos o derrotas, también deportivas.

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OTROS CARDEANALES (Y CARDENALAS)

 

cardenales

Por Antonio Aradillas

Una vez más, a los profesionales de la información se les volvió a anatematizar en ciertos sectores del catolicismo tradicional, apostólico-romano y allegados-, de imprudentes, indiscretos, irreflexivos, irreverentes, atrevidos y anticlericales. La causa fue la divulgación de parte de algunas declaraciones que, con descoco, sin recato reverencial, sino todo lo contrario, uno de los usuarios del tren italiano “Bala Roja” efectuó en el trayecto Roma-Ferrara, y que resultó ser nada menos que su Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo.

Juzgando el comportamiento del papa Francisco, proclamó “ex cátedra ferrocarrilera” literalmente “espero que la Virgen haga el idéntico milagro que hizo con el otro papa”, con holgada referencia a Juan Pablo I, a quien, por haber estado tan solo 33 días al frente del Pontificado, se le conoce como “El Breve”, por cuya causa de beatificación-canonización nadie ha movido todavía un dedo, y cuya historia, en el capítulo de su muerte, permanece en el más sospechoso   e injusto de los misterios vaticanos, acorazado por secretos y cánones impropios de los tiempos en los que se datan los hechos, y de espaldas a la “luz perpetua”, sempiterno testimonio de Iglesia, y que algún día aparecerá con los rigores de su esplendor y brillo de documentos y datos fehacientes y reveladores.

Mientras tanto, los oyentes de la proclama arzobispal de uno de los miembros más preclaros del “Movimiento de Comunión y Liberación”, y los lectores y partícipes del contenido de la referida noticia, se preguntan, por ejemplo, qué participación se le reclama a la Virgen en este “negocio” de vivos y muertos papales, cómo es y se interpreta el evangelio con tales criterios jerárquicos, por qué se le escatima al sacrosanto nombre de Juan Pablo al “otro” papa, y a qué doctrina, “estrategia”, métodos y sistemas “santos” es posible , y hasta aconsejable en determinados casos, recurrir, con el fin de que también en la Iglesia es mejor que no se mueva nunca nada, sino que “todo siga igual, y que sea lo que Dios quiera, Amén”. La actualización por cualquier noticia del tema de la muerte del bendito Juan Pablo I , exiliado de los programas canónicos de los aspirantes al “honor de los altares”, el acendrado telón de silencio que se entreteje y extiende sobre su recuerdo, se limitarán a aplazar su trato con falaces criterios de humildad y de veracidad, que son los “milagros” inherentes a la creencia y ejercicio de la fe cristiana.

Como siempre, los “indiscretos, imprudentes y escandalosos” aparecerán ser eclesiásticamente los profesionales de la información, y no los miembros de la jerarquía. Menos mal que el papa Francisco, desde el conocimiento profundo del evangelio y de la condición humana, coloca con sensatez y pundonor los puntos sobre las “íes” de la realidad, y concreta y defiende que “los periodistas hacen bien denunciando la corrupción», sin excluir la existente en la Iglesia, con hábitos talares o sin ellos.

Y es que, de una u otra manera, el tema de los obispos obligatoriamente es recurrente en los noticiarios, suministrando al pueblo de Dios, y a sus aspirantes, temas de conversación, que no siempre, y por desgracia, son edificantes. El papa Francisco, obispo de Roma, no escatima esfuerzos por neutralizar, aún con criterios rigurosamente litúrgicos y canónicos, modos estilos, gestos, palabras y ritos, poco o nada evangélicos, y que pertenecen a restos de paganismos e imperialismos, con los que jamás debió emparentarse la Iglesia, cuyo recuerdo persevera con lozanía, pero del que van “pasando” los fieles, con claras e inconfundibles señales de liberación y de gozo.

Una sugerencia que aceptará el papa Francisco será la instancia por parte del pueblo de acelerar la renovación del colegio cardenalicio, que en su día será el responsable de la elección de su sucesor, con lo que el proceso de renovación- reforma de la Iglesia, encarnado por él, no sufrirá estancamientos o retrasos. La presencia de nuevos cardenales procedentes de países y culturas no tradicionalmente católicas y occidentales, a la vez que la de seglares –hombres y, por supuesto, mujeres-, contribuirá a que no se apague la luz de la esperanza en la “Casa del Señor”, y en sus alrededores…

 

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LA ENCÍCLICA VERDE

enciclicaverde

Por Antonio Aradillas

 

Siempre, pero más en los inclementes tiempos en los que vivimos, el gesto y los contenidos de la reciente encíclica del Papa Francisco sobre la ecología son de agradecer universalmente, y al margen, o sobre, cualquier tipo de creencias, dogmas o verosimilitudes. Abre de par en par las puertas de la nueva educación que necesitamos respecto a la ·”gran casa del mundo”, por otra parte tan denostado ascéticamente por la teología y los catecismos cristianos, con sus descorazonadoras incidencias en la vida familiar, social y religiosa, tanto personal como colectivamente.

Para la teología clásica y tradicional, el mundo es uno de los tres “enemigos del alma”, que son “las delicias, pompas y vanidades terrenales”. A la vez que el “demonio y la carne”, el mundo es de por sí “in-mundo”, impuro y sucio y está manchado con imperfecciones y pecados. “Este mundo y el otro”, “echarse al mundo”, “huir del mundo”, “no ser de este mundo”, “salir uno de este mundo –morirse-“, y tantas otras frases y expresiones, demandan, en el lenguaje común sacralizado, una revaluación, con urgencia, sensatez, teología, sociología, filosofía y sentido común.

El nuevo, y renovado, planteamiento del mundo que nos ofrece el Papa, no puede ser más generoso y evangélico. Ni más radical. Cristiano por todos sus costados. Con pocos –muy pocos- parecidos a los que durante tantos siglos, y ahora, tradicionales rutinas y amedrentamientos y cobardías se prestaron a servirnos, en los módulos aterradores de ordenamientos que se cultivaban y servían como espirituales y sagrados, en beneficio del alma y de la salvación eterna.

La alegría parecía no tener cabida en este mundo. Ni el placer, por legítimo y “santo” que fuera, ni la diversión, ni la dicha. “En este valle de lágrimas”, exultar, gozar, “estar en la gloria”, cultivar el humor y el optimismo, la risa y el esparcimiento, la felicidad en cada una de sus acepciones… eran pecado, siendo tan solo lícita,  y estando permitida su duda y reflexión acerca de su levedad o gravedad, y en qué proporción y medida las indulgencia podrían incidir en su perdonanza parcial o plenariamente.

El Papa Francisco, con audacia, entereza y sentido de las realidades humanas y divinas, al servicio del bien común, redescubre las todavía inmensas y salvadoras posibilidades del mundo, y previo el adoctrinamiento correspondiente acerca de su mal uso y de los graves riesgos de su deterioro y desaparición, despabila a los responsables de tantos y tan graves atentados como se están cometiendo en los últimos tiempos, para su corrección, rectificación o mejoramiento.

Plantear el tema desde presupuestos y razones de responsabilidades religiosas cristianas, inherentes a la conversión- reconversión de la fe y del servicio a la colectividad, y en definitiva, en conformidad con el plan inicial de la creación, es principio elemental de educación, de sabiduría y de pervivencia. Solo cuando la religión se entraña y se proyecte en la vida, es cuando alcanzará su justificación y pleno sentido.

Para nadie es ya un secreto que los “religiosismos”, con profusión de rezos, bendiciones, exorcismos, maitines y laudes, sobrepellices, hisopos, rúbricas y ternos, pretendieron suplir en eficacia, comportamientos y actividades de los fieles y adscritos, hasta con fundamentos bíblicos y piadosos, llegando a calificar de “sagrados” ciertos lugares –templos- y tiempos, y de “profanos” los demás, entre otros, los profesionales, laborales, cívicos , políticos, sociales, con inclusión de los familiares.

Reeducar resulta más arduo, difícil y problemático, que simplemente educar. Las dificultades se acrecientan hasta hacer dudar de su efectividad, cuando el objeto y disciplina del aprendizaje está de alguna manera relacionado con la religión. Cuando además los intereses personales o de grupos, las riquezas, el bienestar, la economía, las ganancias, el poder … se “religiosizaron” hasta resultar intangibles, “por ser voluntad de Dios la existencia de ricos y pobres”, el despojo de los recursos naturales llegó a “sacramentalizarse”, sin escrúpulo alguno aún hasta su “desnaturalización” automática.

Ingente, admirable, urgente y sagrada tarea, la del Papa Francisco, que co-protagonizará con su homónimo “el loco pañero de Asís” esposado con la naturaleza y sus “hermanos” los lobos, los pájaros y los moradores del campo – templo de Dios-, en cuyos lugares de recogimiento y silencio contemplaron sus frailes su imagen divina, con reverencia, adoración, cortesía y respeto. La encíclica pontificia es lectura obligada, compendio y epítome de adoctrinamiento, cuyo examen esperamos superar para instalarnos definitivamente en la otra orilla, en la que se eterniza la felicidad…

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 REBELIÓN EN LA IGLESIA (TRAS LOS PASOS DEL PAPA FRANCISCO)

papa

Por Antonio Aradillas

Congéneres, o sinónimos, del término “rebelión” son, por ejemplo,  “insurrección”, “subversión”, “alzamiento”, “pronunciamiento”, “manifestación”, “echarse a la calle” o, simplemente, “revuelta”. De todos ellos proclama la historia, con mención particular y sagrada para su reducción eclesiástica de “cisma”,  que su fama fue, es y será, al menos “acatólica” e “irreligiosa”, cuando no simplemente “atea”. Sobre las ideas que mantuvieron y acolitaron los comportamientos a ellas inherentes, con satisfactoria y santa complacencia para algunos, recayeron descalificaciones, anatemas y condenas que proyectaron sus nefastos efectos no solo en esta vida, sino también en la otra. Esto no obstante, para otros, dentro de la misma Iglesia, cuanto se relacione con la religión- rebelión entraña gestos y mensajes de refundación y reforma identificables la mayoría de ellos con conceptos y expresiones terminológicas con el de la “penitencia”, esencial al de la “revelación”. “Rebeldía” y “revelación” establecen de por sí una relación  indisoluble,  a  la luz  de la fe –evangelio-, salvadora por teología y por naturaleza.

Los movimientos promotores de ideas y comportamientos de “rebelión” se suelen adscribir en la historia de la Iglesia sistemáticamente a personas, células o núcleos reducidos  -clérigos o laicos- , insatisfechos de por sí, y por vocación, y además sin exponerse  a perder cargos y comodidades  materiales, y aún espirituales, derivadas de  su situación religiosa. Pero misteriosamente, y por la gracia de Dios, la elección como Obispo de Roma del bendito Papa Francisco, levantó dentro, y aún fuera, de la Iglesia, ráfagas salvadoras de esperanzas gozosas, merecedoras  de la atención que justifiquen la publicación de las reflexiones de este y de otros libros, tal y como se desprende de los registros bibliográficos más recientes. 

El Papa Francisco es y se comporta hoy como un verdadero rebelde. La rebeldía es signo –sacramento- de su  manera de ser y de actuar al servicio de Dios y del pueblo, con plenas garantías de que su compromiso con el evangelio es, por encima de todo, su autoridad y su fuerza. Tal reconocimiento y proclamación por parte de católicos, acatólicos, miembros de otras religiones y oficialmente “ateos”, así lo confiesan con naturalidad y grandeza, y con explícito reconocimiento de que la humildad- humanidad, la sencillez, la transparencia, la cercanía y la ternura-terneza “franciscanas” son sus principales referencias “pontificias” fraternas.

La noticia –evangelio se proclama y expande por esos mundos de Dios en los infinitos titulares de los medios de comunicación social, de que hoy, ya y por fin, (¡!) a la Iglesia le es consubstancial la rebelión y esta comenzó a recorrer sus mismos caminos, con toda clase de bendiciones, compromisos, iniciativas y estímulos por parte del Papa. Subtítulos de tan sorprendente e insólita noticia se dedican a destacar las reacciones consiguientes, a favor o en contra, protagonizadas por personas y por sectores amplios y representativos, en la legítima pluralidad de sus opiniones, sin dejar de resaltar el acentuado rechazo de la omnipresente “Iglesia oficial”, responsable última de las decisiones, doctrinas y silencios, sobre todo “curiales”.

Referir, ponderar y explicar las características de la “rebelión”, sin ahorrarse el término de “cisma”, es tarea de los profesionales de la información, que aportan circunstancias y datos, que posiblemente alberguen gestos, palabras y signos de cansancio  que, en ocasiones, desfiguran la imagen atractiva y simpática del  Papa Francisco.

Los interrogantes que “el pueblo fiel”, y aún el ajeno a creencias y a disciplinas  oficialmente cristianas, se formulan son, entre otras muchas, si la verdadera Iglesia es la que predica y testifica el Papa Francisco; si es cristiano y humano el trato discriminatorio “religioso” que la mujer, por serlo, sigue recibiendo  en la Iglesia Católica; si se pueden predicar las ventajas de la democracia y no ejercer sus virtudes en la institución eclesiástica o qué hacer con las riquezas de la Iglesia.

La dirección y el sentido que tienen y tengan la resolución de estos y de otros interrogantes aportarán los perfiles de lo que se quiere que sea la Iglesia. Los diseñados por el Papa Francisco distan bastante de asemejarse  a los que lo fueron en tiempos aún bastante recientes. Tal convicción explica el hecho de que unos cristianos, posiblemente al dictado de buenas intenciones, y generadas por adoctrinamientos pretéritos, rezan por la “iluminación- conversión”, o  “eliminación -muerte  santa y devota” del Papa. Otros lo reconocen y proclaman por encima de cualquier circunstancia geográfica, como  criado y recriado en Asís, con los rasgos y contornos eternos de la espiritualidad mecida  ya al calor de las representaciones primeras del Portal de Belén.

“Rebelión de la Iglesia” (Tras los pasos del Papa Francisco) aporta elementos válidos  suficientes de juicio como para contribuir a la toma de conciencia de la situación de rebelión que se vive en la Iglesia, y que previsiblemente se acrecentará aún más con el transcurso del tiempo y de las personas. La Iglesia del Papa Francisco no es para  muchos, “Iglesia”. Es “Ex –Iglesia”. Para otros, la  “Ex Iglesia” fue y es la vivida y mandada vivir  por  Papas, obispos y sectores católicos a la luz y bajo la inspiración  y esperanzas surgidas auroralmente por el Concilio Vaticano II, pero interpretado éste, aún oficialmente, con criterios antes conciliares, más cercanos, o idénticos, a los del Concilio de Trento.

No es ociosa mi insistencia  en reseñar  que  el término “rebelión”, que destaca en el título del libro, y en todo contexto eclesial, está revestido con las características, gracias y mercedes parejas a las de “revelación- redención” universal, llevada a cabo, y consumada, por Cristo Jesús, en el riguroso contexto de los orígenes semánticos de la activa, pacificadora y dinámica “ausencia de guerra”, -“bellum”- para los latinos. La cita y recuerdo expreso  a los “pasos” – “tras los pasos del Papa Francisco” del título del libro, se cimentan en los  antecedentes gramaticales de la palabra “pasos”, con alusiones directas  a “vivir-transitar por la vida” con las glorias  y limitaciones de la “pasión” y “padecimientos”, características de toda humana existencia.

Algunos temas que componen y  alberga mi libro constituyeron en su día otros tantos capítulos de mi blog “In itínere” de “Religión Digital”, glosados con largueza y lógica diversidad de criterios por los comentaristas de turno. Otros temas son inéditos. Respecto a ellos, subrayo que, al ser las circunstancias de lugar y de tiempo sus inspiradores, su actualidad hay que mensurarla en función de las mismas, aunque siempre con el convencimiento de que, tanto la religión que la vida no se prestan en demasía a piruetas de ninguna clase, aunque no por eso tengan que formularse votos de  doncellería  respecto a los sobresaltos…

La fe, la esperanza  y la caridad –el amor-  administrados con tanta liberalidad  en nuestro caso por el Papa Francisco, garantizan de alguna manera el acierto en la elección de los temas, en su reiteración y hasta en el disimulo y silencio “prudente” de muchos de ellos, con la confianza de que a la Iglesia, como a la vida en general, no le queda más camino que el de la rebelión. “A su medida y armoniosamente, como decían los griegos, es fórmula “religiosa humana y divina a la vez”.

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«AUTOBIOGRAFÍA SOÑADA DEL PAPA FRANCISCO»

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Autor: Antonio Aradillas

Editorial: Liber Factory

Todo el mundo quiere saber exactamente qué le pasa por la cabeza al Papa Francisco, sobre todo después de gestos que ha mostrado o palabras que ha emitido que llevan a pensar en su intención de reformar la Iglesia, entre otras cuestiones. Ésa es precisamente la intención del padre Antonio Aradillas  en ‘Autobiografía soñada del Papa Francisco’, donde intenta encarnar al Pontífice en distintos momentos desde su elección para el cargo.

A la hora de escribir el libro, Aradillas intentó identificarse con el Papa en sus sentimientos, pensamientos, guetos y programas. Así, comienza por explicar la elección de Jorge Mario Bergoglio del nombre de Francisco para guiar a la Iglesia católica, creyendo que «no se elige el nombre, sino que éste es el que predestina, sella y marca a quien ha de llevarlo». Entre otros motivos, expone, además de todo lo que le exige el nombre por ser el mismo que el de Francisco de Asís, que lo eligió por sus «no pocos» comportamientos, gestos y palabras suyas que poseen perfiles franciscanos.

La humildad de la que ha dado muestra en sus primeras actuaciones, como su decisión de residir en la casa de huéspedes del Vaticano en lugar de la residencia papal usada por sus antecesores desde 1903, se pone de manifiesto en esta obra, en la que el Papa se muestra «sonrojado y profundamente abochornado» al saber que la revista ‘Forbes’ le había situado entre las cien personas más destacadas del mundo.

Asimismo, muestra la firme convicción de Francisco por «no escatimar esfuerzos en la programación de la renovación de la Iglesia». Para justificar las actuaciones del Papa, el autor argumenta, siempre en primera persona, que los cambios que necesita la Iglesia son, precisamente, «demanda de la fe y de la historia». «La modernidad es –debe ser– inherente a la idea de la Iglesia y uno de sus más firmes dogmas, con la ventaja de que no precisa de declaración oficial alguna», afirma el autor de esta autobiografía papal.

En esta línea, Aradillas recoge el desacuerdo de Francisco de que la Iglesia no reconozca el papel de la mujer y su intención de que esta situación cambie. «¿Podría hoy, con legitimidad y evangelio, llamarse ‘Iglesia’ y además ‘católica’ una institución en la que ella mujer se siesta proscrita, alejada de los organismos de responsabilidad y dirección por el hecho de ser mujer y para muchos objeto y sujeto de pecado?», plantea.

Todas estas y una larga lista de cuestiones planteadas directamente o deducidas de las palabras y los actos de Jorge Mario Bergoglio se exponen en este libro, con un estilo ágil dado por el uso de la primera persona a modo de reflexión y que puede abrir un debate en el pensamiento de sus lectores, católicos o no. Por ello, aquellos apasionados por el trabajo emprendido ya por el Papa Francisco en diversos ámbitos o para quienes les cause curiosidad saber qué piensa sobre algún tema, tienen una pequeña ventana abierta al conocimiento con esta obra.

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TRES TAREAS PARA EL PAPA FRANCISCO

Vatican Pope

El Papa Francisco, desde que fue elegido para dirigir la Iglesia, ha dejado entrever en sus palabras su intención de introducir cambios en el órgano que dirige. Según el padre Mariano Gamo tiene tres «temas urgentes o tareas» que debe realizar: abrir el sacerdocio a las mujeres, la utilización del patrimonio de la Santa Sede y el de todas las iglesias por los más pobres y convocar en una asamblea a los representantes de los creyentes.

«Nos condiciona a todos la experiencia vivida, fruto de los esquemas culturales vigentes, el patriarcal machismo de las instituciones, del que Jesús tampoco se libró al designar los Doce en su momento, con el trasfondo de las Doce Tribus, es decir, de los hijos de Jacob, todos ellos varones», escribe Gamo en su ‘Villancico epistolar para el  hermano Francisco’.

Pero recuerda el texto de Pablo en su carta a los Gálatas que dice que no hay hombre ni mujer, sino que todos son una misma cosa en Jesucristo, y subraya que el difunto cardenal Carlo María Martini se alegra en su libro ‘Coloquios nocturnos en Jerusalén’ de que los evangélicos, en concreto, los anglicanos, «ordenen a mujeres y, con ello, hagan una esencial aportación en el concierto de la gran ecúmene».

«Un segundo problema te planteo, cual niño aleccionado por la parla sincera de tu ‘Evangelii gaudium: el patrimonio de la Santa Sede así como el de todas las iglesias y su utilización por los más pobres», solicita el padre Gamo en su carta al Papa, al que recomienda que busque consenso y asistencia para su tarea de Pontífice en el pueblo cristiano.

«Mi propuesta es, por tanto, una Asamblea Primera de la serie, el nombre es lo de menos, que congregue, en términos de urgencia, al pueblo universal de los creyentes, quiero decir, a sus representantes por elección directa de las diócesis partiendo de su base: las parroquias, sin acepción de género y de estados civiles, y duración al menos de un quinquenio», propone.

«Tus años, y no hablo de los míos, nos emplazan (en la etimología más estricta del verbo) a no perder el tiempo, aunque el ‘festina lente’ nunca deba olvidarse», anima esta cura a Jorge María Bergoglio.

 

 

 

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