Por José Luis Martín
Felicité a mi primo por la biografía laudatoria y merecida que sobre la santa había escrito en un encomiástico libro y presentado al respetable algunos días antes. Le dije, si no convencido, sí para hacerle meditar, pues es obvia mi extrañeza, mas sabiendo, como sé, que él no guarda mucha simpatía para aquellos que desdoblan y debilitan España con sus monsergas inapropiadas del separatismo:
– Muy bueno lo que narras de tan insigne personaje, sin duda una de las santas más importantes y trascendentes de la historia del mundo que habitamos. De cualquier forma me ha resultado chocante, pues para mi ha sido una sorpresa grande, que hayas ocupado tu tiempo en esta santa catalana, alabada y justamente ensalzada por todos y cada uno de los católicos que en el mundo son y somos.
Mi primo me contestó raudo y algo airado, que los ojos se le salían de las órbitas llenos de dudas y extrañezas:
– Tú no estás muy bien neuronado. O bien te falta un tornillo o no sabes lo que dices. Mi libro habla de Teresa de Jesús, la santa abulense. De Ávila, ¿te ha quedado claro? Bien se nota que ni siquiera lo has hojeado, el libro, que solo vives de los artificios que otros lanzan y a los que mal parece que tú, no pones coto, como es de desear.
Yo, a la vista de cómo se me había manifestado, no me atreví a contestarle. También entendí las razones que se basaban sus palabras y que nada negaban la verdad en la cual yo vivía al menos en los últimos tiempos, influenciado por rumores y lecciones sin mayor fundamento que la inventada mentira, que tantos logros alcanza en la existencia humana y a la que por todo defendernos de ella, la ignoramos.
Menuda cara que se le había puesto al primo autor. Total, que me guardé lo que llevaba en la recámara, vamos, entre otras muchas cosas que Colón, – el descubridor de las Américas, el que en los pasados días los Estados Juntitos de América, degradan con sus pintadas sobre los bustos y estatuas que decoran el país, cuando no lo asesinan cortándole la cabeza – había nacido igualmente en Cataluña y que, a saber, casi todos, si no todos los sabios que en el mundo han sido, igualmente, eran ciudadanos de tan peculiar lugar. De ser nombrados aquí, tales sabios, su estricta relación ocuparían todas las estanterías de una biblioteca y no precisamente chica.
Tampoco ellos, los que buscan con recónditos intereses su independencia, – que sí, que ya me he caído el guindo- al fin humildes en su grandeza, no quieres abusar de tamaño privilegio. Por más que lo tengan claro y meridiano y más que demostrado que, el Paraíso Terrenal ocupó gran parte de lo que hoy son las provincias catalanas, todo ello con una salvedad a lo que cuenta la Biblia mal informada, que Eva y Adán no fueron los primeros seres humanos en habitarlo, y si fue así, es que los nombres se trabucaron, los verdaderos respondían a los de Jordi del Amor Incomprendido y Carme de los Días Turbios
No podía ser de otra manera.