Por Benito R. Mallol
MINSKY
El pasado 24 de enero murió a los 88 años Marvin Minsky, considerado pionero de la Inteligencia Artificial. Algunos investigadores en este terreno defendían que el camino correcto para llegar a la obtención de resultados en este apartado científico consistía en desarrollar máquinas y sistemas que hicieran tareas que a los humanos nos cuestan trabajo, como jugar al ajedrez o realizar complejos cálculos. Pero Minsky creía que el camino correcto estaba en la programación de una máquina capaz de razonar por analogía y de aprender a través de la experiencia.
Los primeros pasos fueron lentos y difíciles para Minsky. Para su doctorado en Princeton en 1954, propuso el desarrollo de una “máquina de aprendizaje” que simulaba las redes neuronales del cerebro y su comportamiento en la entrada y salida de información. En el núcleo de esta propuesta se encontraba la tesis central de Minsky: el funcionamiento del cerebro humano y la inteligencia como producto de ese funcionamiento son el resultado de la cascada de señales entre unos agentes semi-autónomos llamados neuronas cada una de las cuales se encuentran conectadas a su vez a muchísimas otras.
El objetivo final, por consiguiente, sería el de construir una máquina con neuronas simuladas capaz de pensar como un hombre.
Integrado como docente en el MIT en 1958, nuestro protagonista lideró el desarrollo del laboratorio de Inteligencia Artificial, donde se centró el núcleo de la investigación en esta materia, tanto en aparados de hardware como de software.
A pesar del notable incremento de la potencia de cálculo vivida por la informática, Minsky no pudo construir redes de más de unos pocos cientos de neuronas en una sola capa, lo que es una ínfima fracción de la complejidad del cerebro. Además, las neuronas reales están dispuestas en capas jerárquicas, por lo que era fundamental encontrar maneras de trabajar desde las capas iniciales hasta las últimas, y al revés.
A pesar de las dificultades encontradas a lo largo de su trabajo, cosa lógica dadas las dimensiones de su propósito, Minsky ha vivido lo suficiente para ver la reaparición de su teoría de redes neuronales y las capacidades de «aprendizaje profundo» de las computadoras modernas. Estas comienzan, por fin, a aproximarse al funcionamiento del cerebro humano.
WATSON
Una de las compañías que portan en la actualidad con más brío el estandarte de la investigación en inteligencia artificial es, sin duda, IBM.
Esta empresa consiguió en 2015 la friolera de 7.355 patentes concedidas aplastando a la competencia gracias, en parte, a sus desarrollos e investigaciones en el sistema “Watson” dentro de este terreno de la IA.
De las más de 2000 patentes relacionadas con la computación cognitiva concedidas a IBM en 2015, hay dos que nos llaman poderosamente la atención: una ayudaría a las máquinas a “entender las emociones humanas” y la otra, a “aprender de los seres humanos”. Es, pues, parte del sueño de Minsky hecho realidad.
Además de ganar concursos televisivos de preguntas y respuestas como “Jeopardy” a concursantes humanos duchos en la materia (siendo incluso capaz de interpretar el contenido de las bromas y las ironías del conductor del programa), Watson se perfila con fuerza como un sistema de apoyo eficiente a la medicina, el terreno jurídico, químico, financiero y muchos más.
Tanta es la capacidad de gestionar ingentes cantidades de datos en tiempo real de Watson que ya hay quien propone a este sistema como el candidato idóneo para ocupar la presidencia de Estados Unidos. Así, para los responsables de la Watson 2016 Foundation (que según los responsables de IBM no tiene ningún vínculo con dicha empresa), las ingentes capacidades de Watson para el procesamiento en paralelo permiten evaluar asuntos desde una diversa variedad de métricas, facilitando la respuesta que mejor encaja en todas las áreas sometidas a análisis.
“Watson es capaz de proporcionar las mejores opciones para la toma de cada decisión basándose en aspectos relacionados con la economía global así como medio ambiente, educación, sanidad, asuntos exteriores y libertades civiles”, afirma un portavoz del grupo Watson for president, de la citada fundación.
En un mundo en el que la política no se encuentra precisamente exenta de personajes que se miran sin ningún escrúpulo y de forma prioritaria (o absoluta) sus propios ombligos, la verdad es que entendemos que a muchos les puede sonar a música celestial la actuación en el terreno de la toma de decisiones públicas de un sistema como Watson, carente de ideologías preconcebidas, intereses personales y egos astronómicos.