
Por Antonio Aradillas
Los tiempos en los que nos encontramos son realmente malos. Apodarlos de “apocalípticos” puede no ser exageración para muchos. Si cada día, y en todos los Estados se ofrecieran, además del número, los nombres, apellidos y algunas circunstancias de los fallecidos a causa de los coronavirus en su pluralidad de versiones, no tendrían cabida en los noticiarios dedicados a tarea tan macabra pero, a su vez, tan profundamente humana.
Los tiempos -nuestros tiempos- no son nada más y nada menos, que “los de las mascarillas”. No hay otro concepto tan ajustado como el de este objeto para su definición personal, familiar, social, profesional y además y sobre todo, de carácter y dimensión supra-nacionales. El dato de que sea la mascarilla, objeto indispensable para vivir, por ley y por la constatación de las graves consecuencias que conlleva su ausencia, califica a toda la sociedad y a sus miembros, por mucho que una y otros se hayan sentido semi-dioses en el reciente pasado.
Ante tal perspectiva, y pese a todo, aún es posible la esperanza. Pero una esperanza seria y en conformidad con el plan de Dios sobre el mundo y su pervivencia, en condiciones de habitabilidad y convivencia, con el suficiente capital de felicidad requerido para esta misión, administrado como corresponde, con responsabilidad, tino, acierto y discernimiento.
El mundo y quienes lo configuran, lo rigen y son regidos en él, en sus aspectos esenciales, precisan de felicidad o “estado de ánimo de quien se encuentra contento y satisfecho”. Es decir, sin tener que abonarse de por vida a hacer uso de la mascarilla. A convencimiento tan generalizado es a lo que responde la redacción de este libro, con el título que lo preside, TE SOBRAN RAZONES PARA SER FELIZ (ACCI)- y de cada uno de sus términos se hacen las glosas siguientes:
“Te” equivale al “tú por tú” del diálogo, de la presencia y de la cercanía. Sin esta condición personal, cálida y propicia, de la construcción y mantenimiento de la felicidad, la lectura de estas sugerencias a favor sería impracticable y, por tanto, innecesaria. Relacionarse de “tú a tú” con los demás, con inclusión de los posibles lectores, es medida ciertamente profiláctica e higiénica.
El término “sobran” – “tener más de lo que se necesita”- enmarca la cantidad y calidad precisas para, en este caso, afrontar la vida propia y la de los demás, con las garantías y seguridad requeridas. Y es que, en frecuentes- frecuentísimas- ocasiones, y aun sistemáticamente, el ser humano es, y se comporta, sin comedimiento alguno e imprudentemente. Hasta la saciedad y la hartura. La insatisfacción no tiene medida. Es pozo profundo, cuya hondura no la sacian los más costosos y caudalosos deseos, a costa de despojar al resto del personal de cuanto le sea necesario para mantenerse él y los suyos.
Aplicado a “razones” el verbo “sobrar” en la conjugación de sus tiempos, carece de límites. La “razón” o capacidad de pensar o discurrir, y que permite elaborar juicios, ideas y conceptos, ni sobran ni sobrarán jamás. Entre otros motivos, porque precisamente tal capacidad y ejercicio es “santo y seña” de los seres humanos, es decir “racionales”, por su propia condición y naturaleza. “Razonando”, pero no “dándose el gustazo de hacer su voluntad”, “caiga quien caiga” y sin respeto a leyes humanas o divinas, la felicidad-felicidad no será nunca “estación terminal” o destino. De multitud de personas se refiere y apuesta que son felices-felices, y en proporciones igualmente ficticias se aplica también tal término a cosas y a circunstancias de que son otros tantos manantiales de felicidad, además inagotables y a borbotones.
La felicidad es uno de los conceptos convivenciales que reclaman mayor cantidad y calidad de reflexión, análisis y cordura. Felices-felices de verdad no hay muchos. Su listado es bastante parco. La hipocresía coloca en este colectivo su bandera a perpetuidad, y apenas si es feliz el viento cuando juega y se entretiene entre los pliegues con sus garabatos y alguna que otra leve caricia.
Y como me consta que a los lectores les sobran, y les sobrarán, razones para ser felices, decidí recopilar un puñado de reflexiones, a la espera de que sean ellos -los lectores- quienes las completen, desde sus experiencias y perspectivas propias, en actitud de fecundo diálogo del “tú por tú”, siempre en beneficio de todos.
De la simple ojeada del índice del libro , se deduce, por ejemplo, que ”la felicidad está en el ser”, que “no hay felicidad, sino personas felices”, “ que “tu felicidad es mía y tuya la mía”, que “la felicidad es plural y que en singular no existe”, que “con la felicidad-propia o ajena- no se puede jugar”, que “más que en el “yo”, la felicidad está en el “nosotros”, que “está y se cultiva tanto o más en el campo y en el contacto con la naturaleza, que en la ciudad -¿civilización?-“, que “hay personas que, por diversidad de razones serán siempre -casi siempre, felices y otras que, ni lo serán, ni moverán un solo dedo de la mano porque lo sean los demás, padres, madres, hermanos, esposos/as, hijos, “siervos” o súbditos…
Hasta los mismos elementos “felicidad” y “pandemia” es posible que olviden sus querellas a vida y a muerte que mantengan entre sí, e intenten firmar pactos de entendimiento y de comprensión después de la lectura de algunos de los capítulos de mi TE SOBRAN RAZONES PARA SER FELIZ. Ya me lo dirás.