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UN DÍA PLENO

Por Juan José Bellod

¿Una página de mis vidas? El viaje trae días de bien distinta naturaleza desde el nacer de y dónde. Para Sociedad Civil hay uno con un sentido bien especial para mí. Es el 29 de junio de 1970 en Luxemburgo.

Ese día la bandera española apareció por primera vez en un edificio de las instituciones europeas.

El calendario reserva los meses de abril, junio y octubre a Luxemburgo para sus reuniones. La pequeña ciudad renunció a ser capital de Europa por temor a verse inundada por una población de funcionarios y sus familias. El territorio lo define como un microEstado.  Desde sus torres se divisan Holanda y Bélgica.

En la ciudad hay un largo barranco donde aún están las casamatas de defensa establecidas por el poder español. La pequeñez de la ciudad permite encuentros singulares con personajes, periodistas  y funcionarios. Por ejemplo, compartir un “prosit” de cortesía con Helmuth Kohl, ministro de Asuntos Exterirores, en el bar de su hotel y también oír a Couve de Murville, que lo era de Francia, distanciarse ante decenas de periodistas con esgrima diplomática de las presiones para aceptar en la Europa comunitaria a la Gran Bretaña.

“Eso no está en el Orden del Día. Se ha equivocado de reunión” y escaparse de la insistencia de los postuladores de ese ingreso: “entonces soy yo el que se ha equivocado de reunión”. Otros encuentros casuales se dan en los restaurantes o por las noches en el “Charly” entonces cabaret único de la ciudad donde gentes variadas bebíamos alguna cerveza.

El 29 de junio de 1970, Gregorio López Bravo, ministro de Asuntos Europeos, firmó el Tratado Preferencial entre España y las Comunidades Europeas. El Mercado Común al que una prensa de izquierda presentaba como Europa de los mercaderes… Poco antes López Bravo informaba en una conferencia de prensa en el área militar del aeropuerto de Zaventem, donde tomó tierra procedente de Moscú camino de Madrid de su visita a la URSS. Era el primer contacto oficial entre las dos capitales desde el final de la guerra civil española en 1939.

Las negociaciones para el Tratado de 1970 se habían iniciado en 1962 con la petición de una asociación patrocinada por Francia. Esa asociación abría camino a una posible futura integración de España en la Comunidad Económica Europea. La oposición en el exilio al régimen de Franco cerró el camino a ese tipo de asociación con la aprobación por el Parlamento Europeo de una iniciativa del eurodiputado socialista holandés Binkcerman que impedía la asociación a los Estados que no reunieron las condiciones requeridas para la plena integración entre las que se requería la condición de ser un Estado democrático.

Era el segundo triunfo internacional del exilio republicano. El primero se dio en 1947 cuando sus gestiones en Washington impidieron la inclusión de España en el Plan Marshall.

El Tratado de 1970, firmado por el ministro, tuvo un artífice paciente que fue D. Alberto Ullastres Calvo, embajador en Bruselas de una Oficina de Relaciones con la Comunidad Económica Europea. Un personaje singular y ejemplar  que fue el cerebro gubernamental de las políticas del desarrollo económico de España ya desde el Plan de Estabilización de 1958. El cierre de  la vía de la asociación podía traer una reacción de rechazo del régimen y el Gobierno español a la solución europea. Sin caer en esa táctica estéril Ullastres siguió una estrategia de largo alcance y trabajó para acostar la nave de la economía española al Mercado Común. No habría asociación si se logra ese acuerdo preferencial en términos razonables y de encaminamiento de la economía española hacia Europa.

Entre 1967 y 1974 fui agregado de prensa en la Oficina de Ullastres en Bruselas. A diario se le preparaba una revista con artículos de los periódicos belgas, franceses, alemanes, holandeses e ingleses. Eran un indicador de cómo iban Europa y nuestra negociación. En Bruselas había una decena de grupo de corresponsales permanentes y algunas firmas bien conocidas, como la de Augusto Asía o Salvador López de la Torre y los bilbaínos Rafael Ossa Echaburo y Fernando Barrena, acudían a la capital europea cuando lo consideraban necesario. 

Para informar a la prensa de todas las capitales europeas, se organizó un viaje de una cuarentena de periodistas. Un funcionario alemán, Von Schuman, les confirmó que la integración requería que los países candidatos tuvieran las condiciones de ser europeos, democracias, una economía de mercado y coincidir con occidente en sus política exteriores.
Eran innecesarios los malentendidos y aconsejable ir a un entendimiento. Lo que se sabía en Bruselas no siempre era activo en Madrid y sus administraciones.

Al final se llegó al acuerdo que a fines de 2018 un diplomático español llama austero pero eficaz” . Cuando Ulllastres cesó como embajador en Bruselas le dediqué en “Informaciones” un reconocimiento testimonial y saludé como a nuestro “Mister Europa”.

Aquel 29 de junio de 1970, me dio el sentimiento de haber participado en una buena empresa.

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