España cumple 35 años de democracia y aún no ha sido capaz de poner una letra oficial a la Marcha Real (1772), la partitura que sirve de himno nacional desde el reinado de Carlos III. Parecía razonable olvidar el texto de J.M. Pemán, escrito para la Dictablanda de Primo de Rivera y reestilizado para el franquismo.
En octubre de 1997, el entonces presidente del Gobierno José María Aznar propuso a los poetas Luis Alberto de Cuenca, Abelardo Linares, Ramiro Font y Jon Juaristi una letra para la también denominada ‘Marcha Granadera’. Otros encargos surgieron del Consejo Superior de Deportes para que nuestros deportistas pudieran disfrutarlo en los Juegos Olímpicos de Atenas y se complementaron con otras iniciativas como las dos versiones de Joaquín Sabina.
Sin duda, el texto coordinado por el ensayista Juaristi resume mejor que los otros, las esencias de Antonio Machado, Miguel Hernández y Rubén Darío, proyectando el doble vínculo hispanoamericano y europeo sin olvidar el espíritu del Árbol de Guernica. Un texto integrador que suena así: «Canta, España,/Y al viento de los pueblos lanza tu cantar:/Hora es de recordar/Que alas de lino/Te abrieron camino/De un confín al otro del inmenso mar./ Patria mía/Que guardas la alegría de la antigua edad:/Florezca en tu heredad,/Al sol de Europa/Alzada la copa,/El árbol sagrado de la Libertad».
España es uno de los escasos países del mundo cuyo himno no tiene letra. Después de siete lustros de silencio nos sentaría bien cantarlo juntos, -en pie y con la mano en el pecho- para sentirnos más orgullosos de ser españoles. Celebrar la Constitución, las ausencias de la tierra, que enorgulleciese al ondear la bandera y que cualquier acto oficial o de manifestación (incluso contra el Gobierno) se abriese o cerrase entonando el himno nacional con esta letra renovada.
La Fundación Denaes que preside Santiago Abascal, abre ya todas sus concentraciones (la última en Madrid) con el nuevo himno, cantado con la voz cálida y joven de Elena Fernández de Córdoba, que refleja fielmente el cambio de España. La necesaria reforma de la Carta Magna debería comenzar por un acuerdo consensuado entre los partidos políticos para que el Parlamento autorizase oficialmente un texto común como éste, que mira adelante.
Éste es un texto que no ofende a nadie y que no necesita sustentarse sobre una partida presupuestaria porque los autores de la letra han cedido todos los derechos al Estado, es decir, a los ciudadanos. Necesitamos un texto para gritar juntos a los cuatro vientos que España es una gran Nación.